DIGRESIÓN TRES. Sils Maria (Clouds of SilsMaria). Viaje a Sils Maria. Francia, 2014. Guión y Dirección: Olivier Assayas. Intérpretes: Juliette Binoche, Kristen Stewart, Chloe Grace Moretz. («Tengo la impresión de que todo el mundo es más joven que yo». John Banville). María Enders (Binoche), veinte años después, se enfrenta al reto profesional de interpretar al personaje envejecido y dramático que fue su partenaire en la misma historia, cuando era joven y prometedora estrella. Ahora, es una actriz consumada, madura, a punto de precipitarse al abismo de la decadencia. Su joven interlocutora, tan prometedora como lo fue ella, es una mujer arrebatadora y vitalmente explosiva, ante la que la soberbia Binoche solo puede perder. La vida se repite, los ciclos existenciales se repiten, el paso del tiempo es igual a sí mismo siempre. Nada cambia y quien tiene que morir, finalmente muere. Película de reflexión de vuelo corto, pero espléndidamente contada, con ritmo vigoroso, esplendidos paisajes montañosos (atención al espectacular fenómeno llamado la Serpiente de Maloja) y excelente interpretación de Binoche (fue muy celebrada la de Kristen Stewart, pero a mí no me dijo nada nuevo). Assayas sabe contar muy bien una historia que no por aparentemente sabida, o quizá precisamente por eso, se convierte en un reto de gran dificultad. La historia representa un drama de pérdida, del fatídico paso del tiempo y un duelo por la magnificencia perdida, o si se prefiere de la ominosa decadencia. Obvia, pero nada tediosa. Ese logro es el indudable éxito de la película. Los paradigmas se repiten siempre, o casi, en las relaciones entre jóvenes y maduros, entre lo nuevo y lo viejo, entre la inexperiencia ilusionada y el melancólico ocaso. Esta película, a mí también me ha servido para reafirmarme en mi creciente certeza de que los inexorables abismos generacionales existen y son insalvables. Ante este natural hecho solo cabe una única actitud razonable, que no es otra que la del chistoso simplismo de -zapatero a tus zapatos-. A los viejos, los jóvenes, ineludiblemente nos mirarán conmiserativamente. Bastante tienen con lo suyo: subir, subir y subir. Nosotros, los viejos, les miraremos a ellos con impaciencia e indolencia. Bastante tenemos con lo nuestro: caer, caer y caer. No me creo el diálogo intergeneracional. Luego mejor, por salud y equilibrio, como argumenta en varias ocasiones María Enders en su resistencia a asumir el decadente papel que la proponen, abstenerse de participar en diálogos imposibles. Las correlativas generaciones solemos hablar diferentes lenguajes e intentar el encuentro solo puede hacer daño al eslabón más débil, los viejos. Ah, y lo de la experiencia, como valor de cambio, es una falacia que sirve de muy poco. No hay contraprestación posible (en un diálogo tremendamente ilustrativo en la película, la actriz madura, a cambio de su préstamo de experiencia a la joven, le pide un pequeño favor interpretativo y la respuesta es No, como no podía ser de otro modo). A nuestra edad y circunstancia, los jóvenes nunca podrán ni ayudarnos ni enriquecernos, así que se las apañen solos. Y nosotros también, y no lo tenemos fácil.
3 MARZO 2016
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