DIGRESIÓN ONCE.París-Austerlitz, Rafael Chibes (2015). Rafael murió en agosto del pasado año, a los sesenta y seis años. Este comentario sobre su última novela publicada es mi homenaje a un autor que literariamente me ha conmovido. En esta novela cuenta una apasionada primero, desapasionada después, o más bien fría, gélida, hasta llegar a momentos dolorosamente aversivos de una relación entre un hombre maduro (cincuentón) y uno joven, en la veintena. Obviamente homosexuales. En esta convulsa historia, bella y dramáticamente contada, queda perfectamente relatada y matizada la construcción y deconstrucción de una pasión. El componente esencial de esa arrebatada atracción, en sus inicios, es la carne, el deseo, la conveniencia, los fluidos, el alcohol y un existencialismo desesperado. La deconstrucción comienza cuando la diferencia de edad se hace insoportable y termina imponiéndose la lógica inexorable de la carne, de los cuerpos que ya no pueden sostener el deseo. No, no es posible meter en una misma cama, en un mismo proyecto existencial, un evidente desajuste de tiempos: vitales y carnales. No, la carne joven, tersa e impoluta, no soporta a la flácida, casi acabada ya. Siempre es la carne joven la que se asquea. Chirbes cuenta una historia triste como el acabamiento, desoladora como la enfermedad y la muerte. «Lo peor era que me había arrastrado a esa rutina sin objetivo, mero girar uno en torno del otro, devorándonos cada vez con menos apetito. Durante meses he llegado a creerme que mi ideal de vida coincidía con el suyo: envejecer juntos chapoteando en el pequeño estanque de los hábitos; digamos que el envejecería veintitantos años y varios miles de copas antes que yo, lo que supondría que, en nuestro pacto, yo mostraba la disposición de cuidarlo hasta el último aliento.» Rafael Chirbes
11 MARZO 2016
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