26 MAYO 2016

UNO DE MAYO II (y la alcaldesa conocía a Naty). Las gentes más jóvenes buscan acomodo en las partes altas y pedregosas. Otras se arremolinan en la carretera que circunvala la ciudad, en torno a la ermita donde se profesa culto a la talla de una virgen con un niño en brazos, orlados ambos de flores (no sé de qué material están hechos, aparte del de la fe). La llaman Virgen del Valle. Para dar apoyo teórico al asunto (supongo) había algunos curas sin sotana y algo descoloridos porque apenas si habían tenido tiempo de salir del invierno y de las umbrosas sacristías. Me pregunto si para los curas solo existe el invierno, como estado de ánimo, se entiende. No me contesto. El caso es que las gentes van a pasar el día en el campo y allí comen y beben alegremente. Todos suelen estar muy contentos. También recorren la carretera en un sentido y en otro y consumen en los chiringuitos que se sitúan en los bordes. Populoso y festivo todo lo que sucede. Tal vez hasta bonito. Me pareció ver a gente conocida de vista de tantos años aquí, todos mayores ya, claro. Dimos una vuelta abrumados por el gentío, hice algunas fotos (al buen tuntún) y, sin dudarlo ni un instante, decidimos regresar a casa, apresurados y acobardados por tanta y tanta gente. No nos quedamos a ver la procesión de la virgen y su hijo orlados de flores. Cuando volvíamos, carretera abajo, nos cruzamos con la alcaldesa, que iría a presidir la procesión, supongo; se fijó en Naty, la parte más vistosa de nuestra comitiva, y la saludó con un ¡¡¡hola!!! muy simpático, como de íntimas conocidas. Pregunté extrañado a Naty, ¿tú conoces a la alcaldesa?, a lo que me contestó -yo no, pero ella a mí sí-. Claro -me dije- no podía ser de otro modo.