30 AGOSTO 2019

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
-120 MM- ACROS 100
Fecha de diario
2019-08-30
Referencia
9419

DIGRESIÓN DIECISÉIS. Diarios 1984-1989 Sándor Márai. Traducción del húngaro: Eva Cserhati y A.M. Fuentes Gaviño. Ebook Ediciones Salamadra (2008). Sándor pasó los últimos cuarenta años de su vida fuera de Hungría: primero en Europa, luego en Nueva York, vuelta a Europa (Salerno, Italia) y los últimos nueve años en San Diego (California). Hace años leí varias de sus espléndidas novelas. Disfruté mucho de su literatura, tan prolija en la textura psicológica de sus complejos personajes. Nunca me había acercado a sus diarios, probablemente no supe de su existencia. Ahora lo he hecho a sugerencia de algún autor que los menciona como obras mayores y, entre ellos, los últimos años, recorridos por una larga, ardua y sufriente reflexión sobre el acabamiento, la enfermedad y el suicidio como higiénica y lúcida solución: “Ya no tenemos futuro, la vida está completa, solo aspiro a poder irme tranquilamente. Cada día se añaden síntomas de desgaste físico y mental. A veces me siento como un recuerdo de mí mismo”. La enfermedad y muerte de su mujer Lola Matzner (1986), con la que convivió a lo largo de sesenta y dos años sin separarse nunca: “Ya no me ayuda el razonamiento de que se nos haya terminado la vida. Ha sido un ser maravilloso, la mujer completa, el compendio de todo lo humano, de las virtudes femeninas, el sentido de mi vida, y sigue siéndolo. Si se va, ya nada tendrá sentido”. El dolor que siente Márai a lo largo del acabamiento de Lola es insufrible, pasa todo el tiempo a su lado, solo, padeciendo. Ella se apaga hasta la inconsciencia. Finalmente muere y él se queda en la más absoluta soledad. Lo cuenta de un modo sencillo y hondamente sentido, desprovisto de cualquier artificio literario: “Gratitud profunda por habernos conocido y haber compartido toda la vida. Gratitud profunda. Y por encima de eso, un dolor indecible”. Y, finalmente, el acercamiento al desenlace de su propia vida, el modo en el que siente la vejez: “Llega el tiempo en que uno ya no espera respuestas, no discute con el destino, lo abraza. Hay que aceptar el destino. No existe otro modo de soportar la crueldad de la vida”. Tres años después de la muerte de Lola, Sándor Márai acaba suicidándose con una pistola que había comprado para ese fin años antes (incluso fue a clases de tiro). Tenía ochenta y ocho años. No pudo aguantar más. En la carta de despedida a su editor, István Vörösvary: “Lo siento mucho, ya no puedo más. La debilidad no desaparece y, de seguir así, pronto tendrán que ingresarme. Quisiera evitarlo. Gracias por vuestra amistad. Cuidaos mucho. Os deseo todo lo mejor”. Pocos días después, el veintiuno de febrero de mil novecientos ochenta y nueve, se dispara en la cabeza. Soberbia obra, íntima, dolorosamente bella.

Pepe Fuentes ·