19 JUNIO 2020

DIGRESIÓN TRECE. The Lighthouse (El faro) EE.UU. 2019.  Guion: Robert y Max Eggers. Dirección: Robert Eggers. Música: Mark Korben. Fotografía: Jarin Blaschke. Intérpretes: Willem Dafoe y Robert Pattison. Demasiadas circunstancias extremas para que la amistad o al menos la empatía fuera posible. Una isla minúscula, en realidad, tan solo un promontorio de rocas de poca altura y, sobre esas piedras inhóspitas, un enorme y bellísimo Faro. Una atmósfera brumosa de tenebrosos designios. El mar, rugiente, azotando con inusitada violencia el islote y las pequeñas construcciones donde habitan los dos hombres solos. Sin compasión, incesantemente, de noche y de día. Los fareros, un hombre que bordea la senectud Thomas Wake (Willem Dafoe), jefe de la guardia, y su ayudante, joven, Ephraim Winslow (Robert Pattinson), deberán convivir durante cuatro semanas y mantener el faro activo y en perfectas condiciones. Al llegar, se cruzan con los dos a los que relevan y no cruzan ni una mirada. Todo un síntoma de que se trata de gentes duras, solitarias, sin debilidades sociales ni sentimentalismos llorosos. Estos dos personajes traían consigo terribles experiencias en sus vidas, que tan solo llegamos a atisbar. No, los hermanos Eggers apenas si se detienen en subrayar esas tinieblas, tan solo las esbozan, porque lo que importa es el presente que viven ambos a lo largo de esas cuatro semanas, y como se relacionan en una especie de paroxismo y descenso a sus propios infiernos en los que el otro es el combustible para que el fuego se arrebate. Toda esta convulsión emocional, con una incesante y creciente lucha de poder entre ambos, está narrada en un perfecto blanco y negro, con sombras profundas y texturas dramáticas, sencillamente magistrales, de una belleza hipnótica. Y, merodeando todo el tiempo a los dos hombres, los graznidos siniestros de unas desafiantes gaviotas. Potentísima película e inmensos actores que llenan de humanidad el sinsentido de la agónica experiencia que viven.
PS 1. La fotografía de hoy es de la película comentada y, como ya dije el otro día a propósito de Sobre el infinito, de Roy Andersson, en la que también utilicé fotografías captadas de la pantalla, no me hace sentirme cómodo, ya que las fotografías no son mías, aunque las haya elegido (algo así como elegir un determinado encuadre o composición de una catedral), sino de los creadores de la película. Sospecho de mí y me acuso de deshonestidad (fotográfica), aunque todavía no lo tengo claro…