2 DICIEMBRE 2020

DIARIO DE ENVEJECIMIENTO VEINTIDOS, del veintinueve de Noviembre de dos mil veinte (11:30 horas)
El momento decisivo (y no precisamente fotográfico).
“Cualquier destino, por largo y complicado que sea, consta en realidad de un solo momento: el momento en el que el hombre sabe para siempre quién es”. Jorge Luis Borges
Ante esta cita de Borges, del que siempre me asombra su extraordinaria lucidez para proponer enigmas y su genialidad literaria, me he quedado prendido en una atónita e improductiva reflexión en lo que se refiere a mi propia experiencia ante una pregunta de imposible respuesta, así pasen mil años.
No tengo ni la más remota idea de cuándo se produjo en mí la revelación de ese momento del que habla Borges. Lo único de lo que estoy seguro es que ya ha sucedido (ya sé quién soy), pero no sé cuándo se produjo verdaderamente el alumbramiento del nuevo ser, el punto de inflexión crítico (después de saberlo ya eres otro, aunque eso tan solo sea un engañoso efecto óptico porque siempre has sido el mismo). Cuando era niño ya sabía de mis dificultades de aprendizaje y de mi enfermiza inseguridad, Luego, en otros momentos, he ido obteniendo confirmaciones de mis deficiencias (lo más significativo de mi ser es lo fallido). Pero eso no me sirve por ser muy general, creo que de lo que habla Borges es de algo más trascendente que constatar unas obvias imperfecciones, por lo que, para acotar grandes unidades de tiempo y así reducir el margen de error, me centraré en la época en la que las partidas jugadas ya estaban perdidas y las nos jugadas, la mayoría, ni tan siquiera habían existido. ¿Para qué quiero fijar, no ya el momento Borgiano, sino al menos la época? Simplemente para colocar un retrato en la entrada de hoy y así aproximarme al rostro que pudo tener la funesta revelación definitiva.