DIGRESIÓN DIEZ (2). Reflections in a Golden Eye (Reflejos en un ojo dorado). EE.UU. (1967). Guion: Gladys Hill, Chapman Mortimer (Novela: Carson McCullers). Dirección: John Huston. Intérpretes: Elizabeth Taylor, Marlon Brando, Brian Keith, Julie Harris, Robert Forster, Zorro David, Irvin Dugan.
“No me gustaría vivir si no pudiese escribir. La escritura no es solo mi modo de ganarme la vida; es como me gano mi alma y escribir es mi modo de buscar a Dios”. Carson McCullers
Últimamente, estoy leyendo la obra de Carson McCullers, y me está sucediendo algo extraño y que no acabo de entender: hay obras a las que me entrego apasionadamente, como es el caso de Reflejos en un ojo dorado o La balada del café triste, y otras, probablemente más importantes, como El corazón es un cazador solitario o Frankie y la boda, en las que no consigo entrar y casi las he abandonado. Con los cuentos me pasa lo mismo: con unos me entusiasmo y me abandono a sus sombras, y con otros me quedo en el umbral. No sé. Me disgusta mi inestabilidad lectora. Vuelvo a la película de John Huston, para reafirmarme en que es una de las mejores obras de este director, que tanto me gusta e interesa. Autor multifacético en cuanto a las temáticas que trató, como todos los que han sido y son grandes. Siento hacia él una empatía especial porque en sus obras busca entrar en el corazón de sus personajes; atento a las contradicciones humanas, casi siempre consiguió dibujarlos intensamente humanos, con luces y sombras. Huston, es para mí un artista honesto, sincero, y casi siempre emocional y psicológicamente apasionado, que nunca eludió afrontar proyectos de extrema dificultad de autores literariamente complejos: la propia McCullers, Dashiell Hammett, Malcom Lowry, James Joyce, Rudyard Kipling, Herman Melville, Hans Koning, Tennessee Williams, Arthur Miller… y hasta la Biblia. Para mayor gloria y esplendor de esta excepcional película, unos intérpretes mayúsculos: Elizabeth Taylor y Marlon Brando.
“El film fue condenado por los organismos encargados de la censura y voceros de la Iglesia y McCullers ya se encontraba en un coma profundo -del que no saldría- durante un tumultuoso pase para la prensa y no llegó a vivir para ver cómo el estreno era boicoteado por los inevitables guardianes de la moral. El final es muy extraño y cumple con sus objetivos a la hora de buscar el recuerdo de un inolvidable pequeño enorme libro”. Rodrigo Fresán.
24 ENERO 2021
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