LOS MICROVIAJES: Madrid y alrededores (1ª parte)
Sábado, veintidós de Enero de dos mil veintidós.
Llegué a Coslada a las once menos cuarto. Recogí a Carmen y a las once salimos en dirección a Buitrago de Lozoya. Llegamos sin novedad. Muchos coches y gente por sus calles (domingueros como nosotros, aunque fuera sábado). Recorrimos el perímetro de la muralla, visitamos la iglesia y el campanario (una sólida y esbelta torre de piedra). Estuvo bien esa visita.
Luego, paramos a tomar algo en una terraza de una plaza y más tarde en otra a comer: calamares y rabo de toro (bien guisado y sabroso).
Por la tarde iniciamos viaje hasta el embalse de El Atazar, con el pueblo a lo lejos y al fondo (no llegamos al pueblo, solo lo divisamos). El paisaje serrano resultó atractivo y agradable de cruzar. Carreteras en buen estado, aunque muy viradas y estrechas.
Al final de la ruta que habíamos elegido llegamos a Patones de Arriba, fue lo normal porque esa era la intención (no llegamos por casualidad). No conocía ese pueblo, que al parecer conoce todo el mundo. Caserío de piedra (pizarra), de casas pequeñas y calles en pendiente, intrincadas y pintorescas. Bastante gente todavía, a pesar de que la tarde caía vertiginosamente. Nada más salir del pueblo, después de tomar café, el sol se ocultó con la noche empujando, buscando su sitio. Me gustó el pueblo, aunque no fotografié, y tampoco saqué ninguna conclusión, salvo lo que ya he dicho: pueblo serrano y pintoresco. No me sentía especialmente inspirado, aunque sí a gusto con nuestro día. Volvimos a Coslada. Llegamos en torno a las nueve de la noche.
La Fotografía: Las únicas fotos dignas de llamarse así (imágenes que contengan alguna connotación o relación con el íntimo sentido estético, conceptual y hasta moral de quien la realiza), las hice en el interior de la iglesia de Buitrago de Lozoya, como de pasada. Fueron cuatro: la de hoy, una virgen llorosa sola y ricamente vestida; otra virgen y un Jesucristo crucificado situados en el altar; un santo (no supe de quien se trataba; con un Jesucristo de niño abriendo los brazos, como perdonándonos por todo y a todos ya, nada más nacer. Siempre me ha llamado poderosamente la atención la profusión de lágrimas, sufrimiento, sangre, desgarro y tragedia en la iconografía del cristianismo. Ningún cristiano importante, de la élite de mando, ríe nunca. No me explico cómo tanto dolor y dolor y siempre dolor, ha tenido tanto éxito. Misterios de la naturaleza humana que no están al alcance de mi raciocinio. Se lo preguntaré a Charlie Brown, que es el más listo de mi casa.