31 JULIO 2022

EL DÍA DE LOS EPÍLOGOS 16
Otro mes en el que ha predominado lo mismo: mi ciudad.
Los dos primeros días los dediqué a un hecho social, en el que me vi involucrado estúpidamente.
Y todo por no decir que No a lo que era que No.
Con lo grande que estoy ya y todavía no sé manejar el No (es como si no hubiera aprendido nada)
¡qué vida más inútil e idiota!
Luego me llegó el Covid, con heraldos y todo, pero tan solo le dediqué un día.
Los veintisiete restantes, a una larga serie que titulé Las Solemnidades.
Una especie de crónica heterodoxa de realismo mágico y social.
La irrealidad y la magia la pusieron los actuantes;
yo, tan solo, el pobre realismo fotográfico, tan fácil.
Solo tuve que colocarme en una de las orillas, mirar (no siempre ver), e ir fotografiando atolondradamente,
sin preparación ni nada.
Ellos, los protagonistas, salidos de una especie de túnel del tiempo que dura ya quinientos años,
imperturbables ante el paso de los siglos y seguros de sí mismos y de sus convicciones,
se mostraron impecables, sin fallos. Todo les salió perfecto.
Lo tienen muy estudiado y ensayado.
Bien es verdad que, luego, yo me empleé en revelar ad hoc para dar a la representación un cromatismo y textura
acorde con lo que vi y la naturaleza subjetiva del espectáculo.
Es decir, he pretendido dar mi propia visión del asunto y no limitarme a la mera reproductibilidad digital,
que no mecánica como había hecho siempre antes.
Mi interpretación fotográfica la he acompañado de textos,
y ambas lecturas, no gozarían de la aquiescencia y tolerancia de nadie,
y mucho menos de los actuantes y fotografiados.
Eso me gusta.
Y el hecho de que no lo vaya a ver nadie de los interesados me gusta más todavía.
Pues solo faltaba, que mi trabajo tuviera que compartirlo con los supuestamente interesados, y encima gratis.
No creo que el año que viene repita la experiencia, o sí, porque conmigo
nunca se sabe hasta que grado de incoherencia y estupidez puedo llegar.
Generalmente, soy el primer sorprendido.
La Fotografía: La Tarasca. Una especie de dragón serpenteante. La leyenda tiene su origen en Tarascón (Provenza).
Asentado el monstruo en esa región, devastaba el territorio por doquier.
Santa Marta encantó a la bestia con sus plegarias. Los vecinos aprovecharon la claudicación de la bestia y la mataron
(al parecer, los muy bestias, se arrepintieron y llamaron al pueblo Tarascón, en su honor).
Esta información la he obtenido de la Wikipedia, lo que no sé es la relación de la Tarasca francesa con la procesión del Corpus Christi,
porque salen en procesión en muchas ciudades en esta festividad, tanto en Francia como en España.
La curiosidad de este año es que, por primera vez, después del desfile de la mañana, junto con gigantillas y gigantones,
la llevaron a la plaza principal y la dejaron en exposición el resto de la mañana, o del día;
no lo sé porque yo no me quedé a ver cuándo la retiraron porque ya me había infectado de Covid y me fui a mi casa a curarme.