1 AGOSTO 2022

© 2022 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2022
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
-DIGITAL-IPHONE
Fecha de diario
2022-08-01
Referencia
3233

LOS DÍAS (23)
Miércoles, seis de julio de dos mil veintidós

La historia que contaré hoy comenzó la semana anterior, concretamente el jueves treinta de junio.
Es sabido por todo el mundo cuanto me gustan las mujeres, en realidad el mundo no lo sabe, pero es porque no quiere ya que lo repito siempre que tengo ocasión. A este diario podrían acceder varios miles de millones de personas, pero apenas si lo hacen veinte al día y siempre son los mismos, supongo. Si las entradas fueran muchas, lo sabría más gente. Menos mal que no me preocupa en absoluto que tan solo seamos un pequeño grupo quienes compartamos lo que sucede aquí, que no es mucho.
El jueves treinta, como he dicho antes, en torno a las diez de la mañana, caminaba cansinamente por la senda del río (Charlie no venía conmigo). De lejos vi avanzar a una mujer esbelta con una falda corta que se movía airosamente al ritmo de sus pasos, morena, pelo largo, cuerpo fibroso y atractivo. Cuando nos cruzamos nos saludamos con una amplia sonrisa, lo que me llamó poderosamente la atención porque no suele ser frecuente los saludos muy simpáticos en clave casi deportiva. Ambos seguimos caminando, alejándonos claro (llevábamos direcciones opuestas). No obstante, no se me fue de la cabeza por una razón muy sencilla: me había gustado bastante. Llegué a un puente desde el que tenía que girar a la derecha para volver a mi casa. Encima del puente exploré la senda con la mirada y observé que la mujer volvía sobre sus pasos. Si yo tuviera la agilidad mental que no tengo, habría urdido una estrategia rápida para salirle al paso. Pero claro, no lo hice, la lucidez no suele acompañarme en mis paseos matutinos; luego, el resto del día, sigue sin aparecer.
Fui dos o tres días más a la senda (itinerario habitual de mi paseo) pero, lamentablemente, no la volví a ver.
Pero, hoy, seis días después, la he divisado a lo lejos, justamente dónde está realizada esta fotografía. Si hubiera seguido con mi itinerario habitual, tendría que haberme apartado de ese recorrido; pero, claro, no lo hice, no estaba dispuesto a equivocarme una segunda vez .
Aceleré el paso para alcanzarla. Esta vez Charlie venía conmigo, así que le envié por delante para tender puentes con ella. A medida que acortaba distancia, ya con Charlie caminando a su lado (lo hizo al menos durante cien metros o más), yo la observaba muy motivado y no salía de mi asombro, sabía que no era una adolescente, aunque su figura casi lo fuera, sin un ápice de grasa, ni una sola flacidez en un cuerpo firme y de curvas sutilmente marcadas.
A medida que me acercaba me dije -tío, abandona, es una mujer con un cuerpo que denota tener treinta años  menos que tú-; pero claro, el deseo en mi era más poderoso que cualquier otra consideración y cuando me puse a su altura la dije -a mi perrito parece que le has caído estupendamente, está encantado yendo a tu lado- Me contestó, con una amplia sonrisa amigable -sí, muy bien, a mí me encantan los perros-.
A partir de ahí, seguimos caminando juntos los siguientes dos kilómetros o más, hasta que ella decidió volver sobre sus pasos. Durante el recorrido charlamos animadamente de su afición a correr medios maratones; de dónde vivía, de lo que le parecía la ciudad (era de Madrid, aunque vivía aquí desde hacía más de veinte años), de perritos y otros diversos e intrascendentes temas. Supe que estaba casada y que, a pesar de que su cara no denotaba tanta diferencia de edad como en principio supuse, sí tuve claro, que una   relación con esa mujer no tenía recorrido. Pero bueno, estuvo bien la estrategia urdida entre Charlie y yo para conocerla. No sé si la volveré a ver. (*)
La Fotografía: Realizada seis antes del día en que paseamos juntos como perfectos desconocidos, No supe cómo se llama y probablemente no lo sabré nunca, salvo que nos volvamos a encontrar. Hoy, iba vestida del mismo modo que la primera vez que la vi, falta corta y camisa subida hasta por debajo del pecho, lo que la favorecía espectacularmente.
(*) Sí, la he vuelto a ver un par de veces más, cruzándonos; nos hemos saludado forzada e insípidamente y nos hemos alejado con alivio, eso seguro ¡¡¡qué difícil es todo!!!

Pepe Fuentes ·