LOS MICROVIAJES: San Lorenzo de El Escorial (3)
(martes, seis de septiembre de 2022)
… Continué la visita impresionado por las desmesuradas dimensiones de todas las estancias (basílica, salas capitulares, claustro principal y sala de batallas), pero ni la más mínima emoción me suscitaba lo que veía. Todo me parecía desproporcionadamente grande, destartalado, frío, austero sin grandeza, sutileza o elegancia. Incluso, feo, oscuro, tétrico (y tomado por guardias uniformados y vigilantes sombríos).
A la altura de la visita al Palacio de los Austrias, la visita había empezado a incomodarme. Pensaba que el integrismo católico de Felipe II debió hacer de la vida palaciega un infierno inclemente, cuestión que, a mí, ahora, me trae sin cuidado, salvo porque todavía se respira allí una atmósfera opresiva de culpa y penitencia. Tampoco el Palacio de los Borbones (que apenas aparecieron por allí), más barroco y cortesano, contribuyó a que me sintiera algo más aliviado de mi malestar estético.
Otra de las circunstancias inconcebible y sumamente irritante es que tan solo un pequeño número de cuadros tenía pie de obra y autor; bien es verdad que la calidad de la pinacoteca no era precisamente excepcional, a pesar de tener un Greco singular, varios Tizianos, y otras obras: Velázquez, El Bosco, Ribera, Zurbarán, Veronese, Tintoretto, Veronese, Giordano y otros… pero, en conjunto, descuidadamente presentados. Como sin importancia. Ni siquiera habían hecho el pequeño esfuerzo de colocar unas sencillas cartelas. Puro descuido y desidia…
La Fotografía: Palacio borbónico que, en el marco de la rigidez de sus antecesores, resultaba extraño, inelegante, sin esplendor, nada lujoso. Aburrido. Aunque intenté fotografiar no lo conseguí porque detrás de las puertas y cortinas siempre había un vigilante. Un horror de visita.