DIARIO DE VIAJE: Al Noreste
Día 5.3 Sábado (08.10.2022)
… La siguiente etapa del camino fue la fortaleza árabe de Gormaz (s X), la más grande de Europa en su época. Llegué en torno a las cuatro con la intención de fotografiar a fondo (también autorretratos, para los que utilicé el trípode y que publiqué en este diario el mes pasado, como ilustración de un cuentecito sombrío). Sobre la fortaleza subida a unos riscos, comenzó a fraguarse una tormenta preñada de nubes y negras intenciones. Me convenía ese clímax de luz amenazante que podía resaltar no solo los autorretratos en ese marco apocalíptico, sino el propio escenario también. El hecho de colocar la cámara en el trípode, no sé por qué provocó el interés de los turistas y algunos se acercaron a curiosear. Me molestaron un poco, aunque los traté con amabilidad. Uno de ellos, incluso, se puso a disertar sobre la energía magnética e intangible que flotaba en los sitios como este. Le dije que sí, cómo no, faltaría más (yo también lo creía, pero maldita la gana que tenía de hablar).
A las cinco y media aún me encontraba muy afanado en fotografiar; me había demorado mucho y claro, la tormenta que había esperado a que terminara, decidió dar por concluida la cortesía e irrumpió en el escenario de mala manera: comenzó a llover con fuerza.
Cuando me alejaba apuradamente me detuve e hice algunas tomas distantes del enclave.
La Fotografía: Castillo de Gormaz, de origen andalusí. Aún recuerdo, vagamente, la primera vez que estuve en esta fortaleza, también viajaba solo, en marzo de 1981. Era un día ventoso y desapacible. Mi propósito, tan ingenuo como ahora (no he evolucionado mucho), fue situarme en ese espacio y, además de fotografiar escribir sobre las sensaciones que pudiera tener. Cuarenta y dos años después sigo haciendo lo mismo ¡¡¡increíble!!!. Esa primera vez no conseguí escribir y las fotos que hice no me sirvieron de nada, porque ni siquiera las tengo anotadas en la base de datos de fotografías. Probablemente, si buscara entre los negativos de entonces, de 35 mm, las encontraría, pero no lo haré, porque maldita la falta que hace.