13 DICIEMBRE 2022

© 2022 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2022
Localizacion
pepe fuentes (Toledo)
Soporte de imagen
DIGITAL 50
Fecha de diario
2022-12-13
Referencia
6963

ADENTRÁNDOME EN LAS TINIEBLAS X
Domingo, cuatro de diciembre de 2022

“… el día en el que los hombres no sientan ningún deseo hacia las mujeres y las mujeres tampoco hacia los hombres. Puede suceder. Ocurre en la vejez profunda, en la vejez desmemoriada. Puedo soñar un futuro en que los seres humanos dejan de sentirse atraídos los unos por los otros, que el deseo desaparezca, sin que se perciba su ausencia, sin que lo echemos en falta. Alcanzaríamos la libertad al mismo tiempo que la extinción. Alcanzaríamos la independencia al mismo tiempo que la inhumanidad. Alcanzaríamos una vida sin dolor, una vida que tendría que buscar su plenitud en otro sitio. ¿En qué sitio? ¿En la Oscuridad? Pasaríamos los unos al lado de los otros por las calles sin sentir atracción… Manuel Vilas
… En las tinieblas, ese lugar ineludible, funesto y letal donde me precipito mansamente. Como un condenado a muerte al que le han sido denegadas indolente y despreciativamente todas las peticiones de clemencia. Contra la implacable e inhumana vejez nada se puede hacer. Lo más trágico de la vejez es que se pierde la condición humana para pasar a ser materia y objeto de lástima, de humillante conmiseración. Y somos nosotros, precisamente los viejos, los que emitimos la funesta sentencia condenatoria y nos encargamos de ejecutarla. Aunque cabe otra versión de lo que podría significar ser viejo: que sea una de las mejores etapas de la vida junto con la juventud, en comparación con la edad media, tan carente de singularidad. Tanto en una edad como en la otra, todo lo que sientes y vives alcanza una especial trascendencia. Todo, si no eres un zoquete, es relevante, pleno de texturas vivenciales.
Ayer sábado, me acerqué a Madrid a ver a una amiga (mucho más joven que yo), comimos y pasamos la tarde juntos. Me contó el excepcional caso de amor entregado de una pareja de una inusitada diferencia de edad, casi treinta años, pero lo excepcional era que ambos tenían más de cincuenta (el viejo era él). Ni siquiera yo, firme defensor del amor hasta el borde mismo de la tumba, logré entender semejante prodigio.
Cuando volví a mi casa, y antes de salir de cacería de mirlos blancos (léase mirlas), vi más de media película (recomendada por mi amiga), extremadamente amable para con los viejos; en la que un Robert Redford (86 años, que aparenta), y una Jane Fonda (84 años, pero que aparentaba tan solo sesenta, como mucho), se “enamoran” y viven un maravilloso cuentecito improbable y remotamente creíble (tampoco tenía porque serlo). Naturalmente, el resto de los mezquinos viejos de la miserable comunidad donde viven, se burlan, hacen chistes soeces (qué puto asco de viejos, son los peores seres infrahumanos que existen; sí, los viejos).
No me someteré jamás a la humillación de integrarme en cualquiera de esos colectivos de viejos embrutecidos, perezosos y crueles. Torpes e ignorantes hasta la repulsión, solo encuentran un estúpido consuelo gregario en la crítica a todo lo que no sean las tópicas y asfixiantes normas sociales que les esclavizarón toda su maldita vida. Conmigo que no cuenten para participar en esas miserias.
La historia, a pesar de sus buenas intenciones, es un fraude por disfrazar de edulcorada crema pastelera lo que no es sino pura y dura decadencia, a la que los protagonistas se entregan derrotados de antemano. Lo mejor de la película: el naturalismo inclemente con el que trata a los jodidos viejos, colegas de Redford y que antes de su feliz alunizaje en el amor era exactamente como ellos.
También la desoladora tesis que sostiene la película hasta el final, y que confirma en el desenlace, eso sí convenientemente camuflada para no echar a los espectadores: El amor a destiempo es radicalmente imposible. No puede acabar bien nunca…
La Fotografía: La entrada de hoy se entiende perfectamente a partir de que yo creo haber sido un impenitente Narciso y de esta última cita: “La vejez resulta ingrata porque es la edad del narcisismo profundamente herido y de nuestra belleza reducida a recuerdo, a fábula de fuentes, como diría Guillén, y en sus aguas fangosas se lleva a cabo la verdadera muerte de Narciso”. Jesús Ferrero

Pepe Fuentes ·