24 DICIEMBRE 2022

© 2021 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2021
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
DIGITAL (100)
Fecha de diario
2022-12-24
Referencia
1289

DIARIO ÍNTIMO 41
Cuentecito triste navideño
(finalmente, una semana después de la última reconciliación, todo acabó… 2)
Miércoles, veintiuno de diciembre de 2022

… A partir de esos cruces de mensajes que tuvieron lugar a finales de Mayo, en los que yo me vi sorprendido por un inusitado interés por parte de esa mujer (innombrable), y que, vanidoso como soy, o más bien necesitado de interés y cariño por parte del mundo femenino (en tan solo seis meses me habían dejado dos mujeres), me dejé llevar encantado. También, me fascinaba, aparte de su belleza, la inteligencia y chispeante sentido del humor que demostraba en sus mensajes; pero, tal vez y, sobre todo, la atentísima y lúcida lectura crítica que hacía de los textos de este diario. A veces, los calificó de geniales, y, además, argumentaba porqué.
Claro, a partir de ese despliegue yo solo podía encantarme con ella, a pesar de que no nos habíamos visto nunca. Pues sí, eso pasó.
A lo largo de Junio, la intensidad de nuestro diálogo virtual fue subiendo de tono y mi entusiasmo ya se encontraba en la estratosfera.
Pero claro, la perfección no existe, y menos en la dialéctica del amor. La cruda realidad no tardó en hacerse notoriamente presente. Esa mujer empezó a mostrar una personalidad dual, complicada y en absoluto atenta o cariñosa. Pasaba del encendido entusiasmo a las acerbas críticas sin sentido ni razón.
Todo era inestable y tornadizo a intervalos de un solo día. Si yo me quejaba por sus salidas de tono, ella se creía en el derecho de indignarse y considerarme un tipo odioso, agresivo. Ah, y se arrogaba el papel de maltratada. Al parecer, las para mi justas protestas, la retrotraían a épocas de su vida poco afortunadas y yo empecé a tomar forma y materializarme como parte de ingratos recuerdos (eso lo he sabido después).
La situación, a finales de Junio, resultó insostenible: ella, me dijo que ya no quería saber nada de mí y me bloqueo el WhatsApp, y yo a ella.
Pasaron dos meses. Para mí la historia estaba olvidada. Pero, inesperadamente, el veinticinco de agosto, mediante correo electrónico apareció nuevamente. Ella, dijo:
“He querido contactar contigo para decirte que, si bien pienso que me trataste muy injustamente, he seguido leyendo tus pequeños diarios/confesiones. Y de verdad que me encantan y me enternecen y alegran el alma…teniendo en cuenta el ser tan valioso y sensible que eres”.
Claro, yo, crédulo como soy, estaba dispuesto a admitir, sin filtro alguno, todo lo que me acariciara, y más si venía de esa mujer, para mí tan arrebatadora.
Contesté, claro, y tanto como en contenido como en el tono, no pude mostrarme más feliz por su vuelta, deseando recuperar la comunicación con ella (inexplicablemente he perdido ese correo). Nos apresuramos a desbloquearnos y reiniciar nuestra tormentosa mensajería. Pero, enseguida apareció el lado amargo de la buena nueva.
No, no voy a detallar exhaustivamente el contenido de un abrumador cruce de mensajes que a veces se prolongaba durante horas, y otras muchas de madrugada. Probablemente, la cantidad de mensajes a lo largo de cuatro meses ha superado el millar con creces.
A primeros de noviembre alcanzamos el punto más alto y vibrante de nuestra ensoñación  virtual. Inaudito, ya que no había posibilidad de vernos (ella lo rechazaba visceralmente). Semejante incoherencia debió hacerme desistir, pero mi estupidez es infinita.
Estuvimos a punto de encontrarnos, eso es lo que yo quise creerme (a ella ni se le pasó por la cabeza, me engañó, una vez más).
Ella: “Estoy pensando, me estoy dejando llevar por lo que me inspira un primer encuentro contigo, que debe ser original y divertido. Tiene que ser así, entiéndelo. Si no, no estaría a la altura de esta loca relación nuestra”.
Días más tarde, cuando ella, retorcidamente, abortó el encuentro: “Si mi vida hubiera sido menos complicada, si hubiera podido corresponder…me pregunto si nuestro primer encuentro lo podría haber soñado así (un video romántico enviado por ella). Seguro que sí, tú eres un tipo estupendo y yo una tonta enganchada al trabajo, espero que por no mucho tiempo. Te quiero Pepe y te agradezco tus atenciones que sé que no merezco”.
Naturalmente, no todo era tan sublime y amoroso, todo lo contrario, porque el noventa por ciento de sus mensajes, tan solo unos días después, eran de este tenor: “No te molestes ni aplaces. Tú ya estás bloqueado de fábrica. Tal bloqueo te gastas, que no eres capaz de entender lo que sucede a más de tres metros de tu amado body”. Lamentablemente, tenía razón, sobre todo en lo que se refería a mi percepción sobre ella. Cientos de mensajes con esa carga venenosa.
Toda nuestra relación era enfermiza, y siempre suspicaz y reactiva por ambas partes, ya que yo, al defenderme, enviaba mensajes de parecido contenido y tono (20.12), Yo: “Pero quién te has creído que eres, nena, niña bonita. Ni tú, ni tu edulcorado mundo, estáis a la altura de mi atención, por una única y poderosa razón: no sois de verdad, tan solo sois puro artificio”. Así, con esa infernal dinámica, no había modo de gozar de nada, todo lo contrario. Era una pesadilla, un permanente malestar.
Pero, increíblemente, éramos capaces de continuar y continuar. Quizá eso sea amor, pero de otra clase, claro, quizá morboso, maniático y estéril. Indudablemente obsesivo, dependiente y por lo tanto, nocivo.
Ella, nunca reconoció que se defendía de algo, de sombras, de miedos irracionales y todas esas fantasmáticas amenazas las materializaba en mí. Eso desvirtuaba todo. No sabía o no quería saber que, en un poderoso influjo, sobre todo en el impulso visceral incontrolable de cualquier enamoramiento (cierto o no, eso está siempre por verificar), está todo, y fuera de ese todo no hay nada, solo el estéril lamento, solo un retorcimiento que no conduce a nada, porque se vuelve y se vuelve a la misma posición de partida. Es imposible dejar atrás, equilibradamente, lo que no se ha resuelto.
Yo, por el contrario, en ningún momento he tenido ese problema, por eso mi forma de estar en esta relación ha sido confiada y transparente. Tan solo ensombrecida por gestos reactivos…
La Fotografía: Pura alegoría del papel que he jugado en esta absurda historia: cuenca de ojos ciegos. Oquedades negras como el sinsentido del artificio que yo nunca desee. Rostro sin boca, sin lengua y sin palabras, porque nunca nos hablamos mirándonos frente a frente. Tampoco, esta fantasmal máscara tiene oídos porque no creo que verdaderamente nos escucháramos nunca. Cada uno de nosotros estábamos instalados en nuestra obsesiva quimera, en nuestra particular glosolalia, sin comunicación posible.

Pepe Fuentes ·