LOS DÍAS, 50 (el cine es la salvación del más desolador sinsentido y aburrimiento. Pues eso).
Miércoles, veintiocho de diciembre de 2022
Llega un momento, en realidad pueden ser muchos, y de hecho lo son; en qué uno está obligado a preguntarse: ¿qué coño hago aquí?; o, ¿hasta cuándo?
Como no puede haber una respuesta pertinente, sensata, lúcida y plena de sentido… pues nada, como un puto y estúpido autómata, me levanto por la mañana.
Y empiezo el ciego y embrutecido deambular por mi cochambrosa, aunque eso sí, pulcra y aseada vida ¡¡¡tienes todo bajo control, muchacho!!! Me digo. Pero, ni un ápice de satisfacción autoafirmativa me provoca semejante chorrada.
Por qué, sencillo, porque sigo sin reírme desde hace varios días. Ni siquiera una maldita sonrisa, salvo las que me provocan las películas que veo por la noche, cuando ya estoy exhausto de comportarme seriamente, como si algo importara.
El otro día vi una película noruega que me provocó sonrisas y hasta risas, un poco tristes, por el fatalismo e imposibilidad que contenía: Todo el mundo odia a Johan. Los críticos se han mostrado remisos, tacaños, regateadores con ella; para mí no, para mí fue una película de nueve. Ellos no entienden de amores imposibles y eternos, de voluntades férreas y lealtades para siempre (yo, tampoco del todo, pero se apreciarlo cuando aparecen). Otra peli de nueve, del otro día, Ramona, película española, pequeña, intimista, entrañable y que rebosa encanto por todos sus poros. Amor imposible, también. Cada día me noto más afición y predilección por lo que no puede ser. Por algo será.
Pero cuando conseguí reírme yo solito a mandíbula batiente (es mentira, solo me reí un poco), fue anoche con Barton Fink, de los Coen, (más de Joel que de Ethan), una maravillosa y extravagante historia con unos actores impagables: John Turturro, John Goodman, Judy Davis, Michael Lerner, John Mahoney, Steve Buscemi… he de decir que Judy Davis me gustó tanto que, para mí, ahora, sería la novia soñada; y los dos John serían compañeros de aventuras para siempre. Ni que decir tiene que, en este momento, horas después de ver la película todavía estoy bajo el influjo de la película y del enamoramiento súbito que sentí hacia la Davis, casi tan vieja como yo ahora (no he querido ver una foto suya actual). Increíble historia, plena de ferocidad y humor corrosivo. Como los Coen me parece unos artistas arrebatadores, totales, absolutamente geniales, me parece que voy a revisar toda la filmografía. O dicho de otro modo, si en estos días alguien me busca y no me encuentra (espero que nadie lo haga), será porque estoy perdido en una película de estos dos hermanitos geniales. Quizá, en casos como este, tenga sentido tener un hermano, y lo dice un hijo único vocacional.
Hoy seguiré con Fargo, y después todas las que pueda “pillar” en la parrilla de cualquier canal.
La Fotografía: Un tipo, como si de un personaje de una película de los Coen se tratara, por ejemplo: El hombre que nunca estuvo allí (2001), historia rodada en un bellísimo blanco y negro, más o menos como el de esta fotografía, que es mía.