DIARIO ÍNTIMO 54
Mujeres que me gustaron y a las que quise (seis). M.
Miércoles, quince de febrero de dos mil veintitrés
“Cambiar de mujer no es cambiar de gusto”. Sacha Guitry
Cierto. A mí siempre me han gustado las mujeres delgadas (nunca me he enamorado de ninguna que no lo fuera). Tampoco de ninguna que, por encima de cualquier otro rasgo de carácter, fuera, esencialmente, buena persona, (detesto los espíritus pequeños y mezquinos), en definitiva, un buen ser humano; y si, además, cuenta con sentido del humor y sonrisa espontánea y fácil; me tiene a sus pies de la mañana a la noche.
Es el caso de la mujer que traigo al diario hoy, aunque no tengo ninguna foto suya (lo he lamentado siempre, después de separarnos, claro).
Nos conocimos a principios de mil novecientos ochenta y siete, después de que yo me pasara meses deseándola en la distancia. También fue una mujer que me costó acceder a ella y no fue a causa de su reserva o rechazo, sino por mi enfermiza timidez, la de siempre.
Fue en una discoteca de la ciudad (Máscara), coincidimos en la barra mientras pedíamos una copa y fue fácil entablar conversación. Quedamos para vernos al día siguiente, domingo por la tarde. Fuimos a mi casa y tomamos algo, charlando y conociéndonos un poco. Ese día no pasó nada más.
A partir de ese momento estaba bastante claro que nos gustábamos y comenzamos a salir con regularidad, especialmente los fines de semana. Era una mujer inteligente y divertida, además, en el terreno sexual nos iba muy bien. Solo había un inconveniente, ella no compartía mis intereses culturales o artísticos y a partir de ahí comenzó un cierto distanciamiento que, sin explicitarse, flotaban por encima de nosotros, especialmente para mí, que lo vivía como un problema. Nuestras salidas fueron espaciándose. Yo prefería irme solo a Madrid, los sábados por la noche. Hicimos un viaje de varios días a la costa de Granada y Almería. La relación funcionaba con un perfil bajo, pero se mantenía porque cuando nos veíamos lo pasábamos bien.
Ella estudiaba derecho, que terminó después de que lo dejáramos.
Nuestra relación terminó en mil novecientos noventa. Volví a verla en mil novecientos noventa y cuatro con motivo de la muerte de mi madre (ella trabajaba entonces en el hospital donde murió). Desde entonces, hace veintinueve años, no la he vuelto a ver.
Conté en este diario, en agosto del año pasado, mi intento de contactar nuevamente con ella, para saludarla, después de treinta años, a lo que se negó. Deseaba saber que había sido de ella y, también, sobre todo, porque echaba de menos su sonrisa. También su cuerpo, que no sabía cómo podría ser ahora. Según me dijo, se mantenía soltera y sin pareja, lo que habría facilitado un reencuentro, aunque tan solo hubiera sido para tomar un café, eso pensaba yo, pero no fue posible y nos lo perdimos los dos. Pero, por encima del mero y sincero interés, en mi gesto subyacía la posibilidad de que ella se resarciera de mi desconsiderada decisión de abandonar nuestra relación sin mediar palabra hacía tantos años. Un hecho abominable, cobarde e inelegante por mi parte; sin embargo, con mi ofrecimiento de reencuentro la estaba ofreciendo que reescribiera la historia. Me estaba ofreciendo como culpable y víctima propiciatoria, pero no supo o no quiso verlo así.
La Fotografía: Por primera vez en la vida de este diario voy a repetir un día ya editado, tanto la fotografía como el texto. No tengo más remedio que recurrir a este forzado recurso porque no cuento con foto de la mujer de la que hablo hoy. No está mal la solución porque la foto contextualiza esa época y mis historias amorosas a partir de mil novecientos ochenta y cuatro y siguientes. Mis relaciones con las mujeres entonces siempre tenían que estar impregnadas de un impulso amoroso, no me interesaban tan solo historias carnales, no me motivaban lo suficiente en ese momento. Sin ser un hombre de éxito, ni mucho menos, tampoco me sentí fracasado; pero mis supuestos logros amorosos tampoco los vivía de un modo exultante. Ahora lamento mi flojera pasional.
DIARIO DEL 11.08.2005: escrito en mi diario, hoy hace 20 años (referido a 1985).
“Ayer fue el límite de un año más que se coló en mi biografía. El día de mi cumpleaños del año pasado transcurrió en soledad y bordeando la depresión. Este, sin embargo, ha sido mucho más interesante, regalos de R., MP., A., todas ellas chicas, (unas me gustan y otras no tanto) también felicitaciones múltiples. Qué progreso, ya casi soy un animal social. Ayer, Carlos, amigo al que no veía desde hacía mucho tiempo dijo: «desde que el hombre conoce a la mujer ha olvidado el lenguaje de las aves«. Puede que tenga razón”.