27 FEBRERO 2023

© 2023 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2023
Localizacion
Sala Alcalá, 31 (Madrid)
Soporte de imagen
DIGITAL 102400
Fecha de diario
2023-02-27
Referencia
3160

MONÓLOGOS SOBRE ARTE
Capítulo diecinueve.
Juan Muñoz
Miércoles, veintidós de febrero de dos mil veintitrés

Después de Lucian Freud, me dirigí al magnífico espacio expositivo de la calle Alcalá, 31, donde quería ver la exposición de Juan Muñoz, con el título «Todo lo que veo me sobrevivirá”. (Anna Akhmatova). Ambos situaron a la figura humana como elementos centrales de su trabajo. No podían interesarme más. Antes de salir en tren desde mi ciudad, a las nueve y media, sabía que sería una grandísima mañana para mí.
Nada más atisbar la larguísima sala central diáfana, desdoblada en dos espacios superiores a ambos lados, también espacios expositivos, con un gran lucernario al fondo, en el nivel superior; supe que la experiencia sería de una calidad e interés difícilmente superable. Lo fue.
La obra de Juan Muñoz, siempre me ha entusiasmado, desde que empecé a ver muestras u obras suyas hace más de treinta años.
Fue un artista, esencialmente figurativo, con una filosofía creativa entregada a una indagación permanente en comportamientos humanos, en el destino de todos nosotros, en las insondables dificultades para comunicarnos y en todos los matices imaginables del silencio y el abismo de destinos herméticos e inciertos. Sus figuras son más que misteriosas enigmáticas e inescrutables. Y, siempre, inmersas en una especie de representación teatral en la que tanto el movimiento como el estatismo conjugan y entonan una misma salmodia: la imposibilidad de algo, quizá de la vida misma. Percibir esa inalcanzable danza en el espacio de sus performances, me llena de inquietud, me perturba al mismo tiempo que me emociona. Fotografié compulsivamente, creyendo que mi cámara sería capaz de llegar donde no lo hacía ni mi mirada ni mi raciocinio. Ver obras de Juan Muñoz, para mí, es una experiencia inigualable.
Fotografié abajo, en la gran sala; subí a los niveles superiores y también lo hice, claro. Volví a bajar y me dispuse a fotografiar más. Sabía que la instalación esencial en esta exposición era la titulada La plaza, situada en la parte central; pero, me desesperaba el que aun sabiendo que era la gran obra de la muestra, muy por encima de todas las demás, no era capaz, fotográficamente, de ir más allá de la mera apariencia física de los indescifrables hombres bajitos sonrientes.
No voy a entrar en más detalles de las obras expuestas, suficientes para atisbar la grandeza creativa de Muñoz, aunque no excesiva en número (todavía recuerdo la gran exposición en el Museo Reina Sofia de 2009, sensiblemente más extensa e intensa); pero sí suficiente, oportuna y magnífica. Al parecer se ha organizado a partir de la idea de rendirle un homenaje con motivo de su setenta aniversario que se conmemora este año (es contemporáneo mío).
La Fotografía: La plaza: un conjunto de 27 asiáticos, todos hombres, plantados sobre el suelo, cortados por los tobillos. Su extrañamiento está acentuado por su escala inferior al natural. Parecen interactuar entre ellos, con una naturalidad que, en realidad, es pura teatralidad que atraviesa toda la performance. Los chinos se ríen por algo que no conocemos, es una narrativa de la que estamos absolutamente excluidos; o quizás sus risas sean consecuencia de su presencia misma. «Es más, incluso parece que los chinos pudiesen estar riéndose de nosotros».  Manuel Segade, curador de la muestra.

Pepe Fuentes ·