1 JULIO 2023

© 2023 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2023
Localizacion
Toledo (España)
Soporte de imagen
DIGITAL 50
Fecha de diario
2023-07-01
Referencia
7597

LOS DÍAS 43
Domingo y lunes, veinticinco y veintiséis de Junio de 2023

Como ya dije el pasado veintiséis de Junio, por la mañana viajé temprano al aeropuerto T4 de Madrid a llevar a Gabriel, Jackie, Lucía y Emma. Tardamos una hora. Viaje tranquilo. Despedida con abrazos y sentimiento de pérdida.
Luego, me dije: bajo a Madrid y visito dos exposiciones temporales en el Prado: barrocas ambas, de sumo interés para mí, Guido Reni y Herrera el Mozo; y luego, a la que bajo hacia Atocha, dos exposiciones de fotografía en el Botánico: José Manuel Ballester, el fotógrafo de las monumentalidades; y Alberto García-Alix, también monumental, pero de otra clase; era un buen plan ¡¡¡qué duda cabe!!!
Pues bien, para llevarme la contraria no hice ninguna de las cuatro cosas y llamé a mi amigo-hermano Armando, que vive cerca de ese teatro de operaciones, por si quería que nos diéramos un paseo juntos (hacía meses que no nos veíamos, aunque hablamos mucho por teléfono), y claro que quiso, en un momento se presentó en Atocha, donde quedamos, y nos fuimos hasta la plaza de Santa Ana a tomarnos algo; charlamos de cosas muy importantes para ambos; y luego volvimos a su barrio y a su casa. Se incorporó Mamen y los tres salimos a tapear y comer. Volví a mi casa a las cinco de la tarde.
Las exposiciones, ya las veré otro día; mejor los amigos queridos.
Las horas fueron pasando por la tarde y la noche, sin más. Planas. Era la segunda noche que vivía en mi campamento de verano: El Patio, viendo alguna película.
Por la noche, insomnio, ya que hace un calor molesto, pegajoso e inclemente que me obliga a pasar dos horas en la cama como si se tratara de un campo de batalla, antes de conseguir dormirme.
La Fotografía: No sé a qué hora de mi cuasi insomnio tuvo lugar un fenómeno paranormal que se pareció a una Maldición Bíblica: de pronto oí un solo y desgarrador trueno sobre mi cabeza y una fuerte y estruendosa lluvia, como si fuera una plaga de Egipto. Poco después oí un crash que no entendí, pero que achaqué a que algo se me había roto por dentro, pero como eso es frecuente, me volví a dormir. Por la mañana, me asomé a la ventana del dormitorio y vi las desoladoras consecuencias (foto), la televisión que tenía sobre la mesa (foto) había volado y aterrizado en el suelo (o quizá fue el trueno el que la había derribado). Fue como un milagro al revés, maldita sea. Como cuando me levanto no tengo espíritu para acercarme a los problemas, ni siquiera salí al patio para ver de cerca la catástrofe. Me dije, cuando reúna las fuerzas suficientes, a media mañana, evaluaré daños. Eso hice. La dichosa televisión estaba partida. Sin alterarme ni maldecir a nadie: ni a las nubes, ni a mi mala suerte, ni a los dioses, ni a la naturaleza, ni a las maldiciones bíblicas, me fui a comprarme otra televisión, eso sí, más pequeña. Pasé el resto del día colocándola en un soporte en la pared, misión supercomplicada, que superé con brillantez gracias a la ayuda de Naty.

Pepe Fuentes ·