3 JULIO 2023

© 2023 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2023
Localizacion
Desierto Tabernas (Almería)
Soporte de imagen
DIGITAL 1000
Fecha de diario
2023-07-03
Referencia
7217

LOS DÍAS 45
Jueves, veintinueve de Junio de 2023

Anoche, dormí bien.
Antes de acostarme vi una excelente película: Hope Gap (2019), con guion y dirección de William Nicholson, que cuenta una previsible historia de desencuentro matrimonial después de 29 años (el mío duró dos más), y lo es porque hay un elemento o circunstancia absolutamente convencional e inevitable: una tercera persona se mete en medio de dos (una mujer que le enamora a él), para hacer imposible la historia de dos porque no podía ser una historia de tres (ni falta que hacía). Esa tercera dice: antes éramos tres personas infelices; ahora, al menos, dos somos felices. Indudable ganancia.
Es bueno para los seres humanos saber y asumir que el matrimonio no es garantía de nada, y mucho menos de una supuesta y fantasmática felicidad; es más, diría,
el matrimonio es un negocio (también llamado acuerdo), que puede servir para muchas cosas, hasta para la reproducción asistida y protegida por leyes y ayudas sociales; también es bueno para el negocio inmobiliario o para el intercambio de ayudas logísticas y económicas, entre otras cosas; pero, por favor, no lo es para la felicidad (léase ilusión, excitación vital y sexual), porque el matrimonio se sustenta en la costumbre y a eso más bien se define como conformismo sonámbulo.
Vuelvo a la película: buenos diálogos, excelente ambientación inglesa de clase media; majestuosos paisajes de costa, con acantilados y todo; las interpretaciones de Annette Bening (siempre grande) y Bill Nighy, medidas y amables a pesar de manejar un drama sentimental e intimista, con ciertos ribetes de desgarro por parte de la esposa abandonada, que no entiende del paso del tiempo, de caducidades y alternativas amorosas súbitas (la de su marido, claro). Lo de siempre: lo instituido hay que mantenerlo sea como sea, aunque cueste la vida. No puedo sentir mayor animadversión ante esas estúpidas cerrazones vivenciales en aras del aburrido aburrimiento. No obstante, aunque la historia se enrosca maniáticamente sobre sí misma, lo pasé muy bien viendo la película.
Se nota que no tengo gran cosa que decir hoy, salvo recomendar esta bella e intimista pero blanda historia, por ejemplar, en el sentido de que lo mejor que se puede hacer con un matrimonio muerto es enterrarlo y a otra cosa, aunque esa otra cosa sea la Nada más absoluta.
La Fotografía: Matrimonio con habitaciones separadas.
Supongo que hay un momento en la vida de un matrimonio que hay que separar las habitaciones, necesariamente (sobre todo por los olores ingratos, ya que de sexo mejor ni hablar). En el mío fue así, pero con una eficacísima particularidad, las separamos veinticinco kilómetros. Ya que te pones a establecer distancias, mejor hasta cambiar de ciudad.
Y ahora, por si quedara alguna duda, una inteligente acotación de uno de mis escritores de cabecera, Manuel Vilas:…E incluso te diré más, hija mía, nadie puede comprender la vida del otro, lo que hacemos es pasar unos al lado de los otros, pero poco más. Podemos amar al otro sin comprenderlo. Muchos matrimonios se aman de verdad, pero no se comprenden. Entender la vida del semejante, eso es imposible…”

Pepe Fuentes ·