DIARIO DE ENVEJECIMIENTO XLI
El síntoma: 1.5 La Vejez y la Memoria
Viernes, catorce de julio de dos mil veintitrés
¿Qué siente cuando mira atrás? —Vergüenza. —¿Por qué? —Porque parece que sólo he cometido errores. John Banville
A mí me pasa lo mismo: mi pasado, asistido por la memoria, es una fatídica y devastadora recapitulación de errores; pero en lo que gano en relación con la cita, es que estoy a punto de no sentir vergüenza por ninguno. Ya da todo exactamente igual ¿a quién le importa? A nadie. Pues a mí menos. Sobre todo, porque las condenas por esos errores ya las he cumplido todas.
Qué soy ahora, además de viejo, un rehabilitado por indiferencia. Además, me he prometido portarme bien en el inexistente futuro (de eso hablaré mañana, del futuro).
Hay una sabiduría inherente al hecho de vivir y alcanzarla no supone esfuerzo alguno, es algo que tal vez venga desde el útero materno y es la facultad de la disolución de experiencias, buenas y malas; o, dicho de otro modo: la desmemoria. Nos vamos a la tumba, si hemos vivido mucho tiempo, tan limpios y virginales como vinimos. Eso está bien.
Con la edad se comprenden muchas cosas de la vida que hasta entonces eran incomprensibles, si la memoria anda bien, aunque lo más frecuente es que ande tan mal que uno se vaya a la tumba tan ignorante como al nacer. Gudbergur Bergsson
La memoria, como atributo humano, tiene una acepción más, no solo la que seamos capaces de atesorar y dilapidar; si no, también, la que seamos capaces de sugerir y crear en los demás, que, naturalmente, también se extinguirá, aunque en personajes insignes pueda permanecer hasta milenios.
Normalmente, la gente insignificante no somos recordados más allá de unos instantes. “Nadie recuerda cómo era el tono de voz de mi abuelo, cuál eran sus palabras favoritas, como era su timbre, sus gestos, sus ojos”. Manuel Vilas
Quizá, el motivo último de la publicación de este diario es ser recordado, al menos en las palabras que forman parte de mi patrimonio expresivo y mi manera de no entender la vida. Lamento profundamente no recordar las palabras de mis abuelos, ni siquiera de mi padre las recuerdo.
No seré recordado por nada ni por nadie, pero al menos habré hecho mi trabajo: dejar testimonio de mi inadvertido paso por el mundo y dará igual que eso importe a alguien o no.
Podría y quizá debería seguir escribiendo sobre la memoria porque es un fenómeno y facultad humana inabarcable e infinita. Pero no es el propósito de este diario agotar nada, sino, tan solo, pasar por encima de todo con levedad y a ser posible elegancia…
La Fotografía: El silencio es total porque a la edad de las personas fotografiadas en la película Remini (2022), de Ulrich Seidl, ya está todo dicho y nada queda que merezca ser recordado. Mejor el silencio (un día de estos tendré que callarme de una vez).