DIARIO DE ENVEJECIMIENTO XLVI
Las consecuencias: 2.4 La Vejez y el Tiempo
Miércoles, diecinueve de julio de dos mil veintitrés
“Las horas perfectas son las que paso delante de esta máquina. Pero hay que tener horas imperfectas para tener horas perfectas. Tienes que matar diez horas para hacer que otras horas vivan. De lo que debes tener cuidado es de no matar TODAS las horas, TODOS los años. Charles Bukowski
Cada edad tiene un modo de experimentar el paso del tiempo. Las edades tempranas están alentadas, apremiadas por la impaciencia, por el todo debe suceder enseguida, antes y antes y antes de que sea más tarde. Apenas si recuerdo esas vivencias, en las que siempre estuve ubicado. Lo que sí tengo muy vivo es el recuerdo de un tiempo pasado en el que vivía en pro de la inmediatez.
Después también. Lo único que me ha servido siempre ha sido la compensación que pudiera obtener en el momento.
Siempre he sido y me he comportado como un niño. Menos mal que a lo largo del tiempo me reguló los ciegos impulsos una cierta prudencia, hija de una cobardía congénita.
Nadie se paró junto a mí para explicarme lo conveniente que puede resultar vivir en la perspectiva del medio plazo, por ejemplo. Invertir tiempo inmediato en la obtención de frutos prometedores o estables. Algo así como seguir el curso de la naturaleza vegetal: siembra, cultivo, maduración, cosecha… ese sencillo ciclo eterno y virtuoso es el que ha permitido que la humanidad sobreviva.
Todavía no me explico como yo también lo he hecho.
Remembranzas aparte, que ya no conducen a ninguna parte, y una vez situado en la parada terminal de la vejez, me pregunto cómo quiero vivir mi tiempo presente (el no tiempo), mañana y hasta pasado mañana si es que llego. Me contesto: tranquilo, activo y anhelante (sin deseos la vida se para y el corazón también).
Siempre me he preguntado por qué los viejos no suelen hacer nada (supongo que habrá excepciones) y entran en una espiral de pasividad creciente (quizá, en algún momento yo me una a la comitiva de los muertos en vida, no lo sé); con todo lo que, si han estado vivos en vida, no habrán podido hacer, aunque les tocara hacerlo.
De cualquier modo, no quiero ponerme ahora, tan a destiempo, transcendente y repartir culpas y condenas para mí y para los demás. Simplemente, anocheciendo ya, solo queda entonar un ¡sálvese quien pueda! Y si no, pues no, tampoco importa.
Me pregunto: ¿qué sentido tiene el tiempo de la vejez? No me contesto…
La Fotografía: “La juventud vive de juventud y la vejez de tiempo”. Antonio Porchia. Viejos solos, cumpliendo escrupulosamente con el guion asignado y asumido (aspecto sustancial), que no puede ser más previsible y frecuente: los viejos en silencio y solos sentados en un banco esperando nada, en cualquier época del año. De la película Viejos, de Raúl Cerezo y Fernando González.