LOS DÍAS 48
Domingo, veintitrés de Julio de 2023
Hoy a votar. Todo el mundo. Lo decidió un tipo que carece absolutamente de la autoridad moral para decidir sobre nada y mucho menos sobre lo que tienen que hacer o no millones de personas en un día como hoy. Tan inapropiado como caluroso.
Yo no lo acepto, bajo ningún concepto.
Por mi parte, podría asumir las reglas del juego, rudimentarias y acríticas, al menos en lo que se refiere al simplista hecho de votar, si los que se someten al escrutinio de las urnas me ofrecieran una sólida imagen moral, es decir que, lo que prevaleciera en sus motivaciones y propósitos fuera la honradez y el bien común, más allá de su estúpida y pueril vanidad. Como eso es imposible que pueda creérmelo en estos momentos de mi vida, y por si fuera poco, que yo sepa en qué consiste el bien común, lo cual más que improbable, es inaudito; mi única opción ética posible es abstenerme.
No, no es que sea esa cosa que llaman indeciso; no, es que soy, simple y llanamente, un puto ignorante. Item más: y además estoy loco de tanta pura y dura cordura. La virtud me ha matado como ser social y racionalmente aceptable y necesario. Un incapacitado, vamos. Me he dejado colonizar por la emocionalidad. Por cierto, ¿los ingresados en psiquiátricos y debidamente diagnosticados tienen derecho a voto? No lo sé. Consulto en Google y sí, pueden. Eso no me sirve, porque yo no estoy diagnosticado, sino auto diagnosticado, y además, por el momento y hasta que me ingresen vivo en mi casa.
Soy socialmente un furtivo, un clandestino… un ser felizmente innecesario.
Espero seguir siéndolo, junto con Mi Charlie (de clase canina, pero tan incontrolado como yo), muchos años todavía.
Por la mañana, junto con Mi Charlie (pareja de marginales), saldremos a caminar. Luego, hemos vuelto al refugio.
Por la tarde noche, tiene anunciada su visita mi amigo Ángel, muy distinto a mí en los aspectos sociales (él está integrado), y comentaremos la jugada del día para él y jugarreta, o ni eso, para mí.
Seremos felices, seguro, y aunque no comeremos perdices, sí tal vez una tortilla, que tampoco está mal.
Eso lo contaré mañana, o pasado, por si no me da tiempo a escribirlo…
La Fotografía: Estos son los indecisos que se agitan frente a la mesa electoral sin saber muy bien qué hacer (los ignorantes nos hemos venido). Hablan entre ellos para sacudirse el miedo, la inseguridad, buscando todavía, en el último segundo, una opinión que les ayude a tomar la decisión que les permita dormir esta noche. Todavía creen que su elección y su acto hipersocial, servirá para algo.
En realidad, lo que acabo de escribir es una falacia, pero que literariamente queda bien acompañando a la perturbadora y misteriosa obra escultórica de arte contemporáneo, de Juan Muñoz. Es una de las que más me gustan del siglo XX, sino la que más.
Además, lo escrito al principio es doblemente falaz porque no hay otro gesto más irreflexivo que votar (todo el mundo tiene elegida su opción desde siempre y dan igual las circunstancias y contingencias asociadas a los candidatos). Lo de las elecciones no va de reflexión, y tampoco de análisis, sino, tan solo, de fe y creencias a ultranza, es decir de manías.
Por el contrario, los chinos de la plaza, si parecen estar en el ágora al modo de la polis griega, es decir, pensando.