DIARIO DE ENVEJECIMIENTO XLIX
El desenlace: 3.1 La Vejez y el Cuerpo
Lunes, veinticuatro de julio de dos mil veintitrés
“Tus pies descalzos en el suelo frío cuando te levantas de la cama y vas a la ventana. Tienes sesenta y cuatro años. Afuera, la atmósfera es gris, casi blanca, no se ve el sol. Te preguntas: ¿Cuántas mañanas quedan? Se ha cerrado una puerta. Otra se ha abierto. Has entrado en el invierno de tu vida”. Paul Auster
Después del breve intermedio de dos días, llega el último capítulo: el cuerpo envejecido. En los dos anteriores he tratado la vertiente social, y la anímica y emocional en el siguiente; ahora ya solo me queda la materia que sostiene la existencia, es decir, el cuerpo y su languidecimiento hasta su final.
Por encima de toda consideración, somos un cuerpo en un incesante proceso de deterioro a lo largo, tan solo, de unos pocos años. Luego desaparecemos y dejamos de ser, pero poco antes de extinguirnos somos cuerpos frágiles y feos. No hay belleza en la vejez. Si queremos dejar una bonita imagen de nosotros como ser físico y palpable tendremos que adelantar la marcha treinta años. Esa, siempre será una opción por la que optar, al fin y al cabo, solo depende de nosotros.
“La foto queda allí. Detuvo un segundo.
Se convirtió en pasado en el mismo instante.
El oleaje del tiempo no cesa nunca.
La vejez nos distancia a cada minuto
de la imagen inmóvil donde quien fuimos
contempla fiel el muerto que seremos”.
José Emilio Pacheco
En estos momentos no se me ocurre mucho más que decir, salvo que la lógica de la vida útil de un cuerpo obedece y responde a muy pocas variables, salvo contingentes e inesperadas circunstancias, como la enfermedad no provocada, súbita y siempre dramática e injusta. Puedes cuidar de tu cuerpo y retardar su deterioro, o acelerarlo si lo machacas, pero, finalmente da igual, el proceso es de una simplicidad aterradora.
“…aunque, en otras ocasiones, pienso que la vejez, del mismo modo que nos vuelve comprensivos con nuestro aspecto físico, también nos lleva a aceptar el de los demás, porque no se educa para convivir con la degradación”. Rafael Chirbes
Generalmente, naces, envejeces y mueres. Ya está. Fin de la historia en lo que se refiere a la materialidad del cuerpo, a la carne degradable…
La Fotografía: De la película Viejos, de Raúl Cerezo y Fernando González.
Lo peor de la vejez, exceptuando la enfermedad, es la fealdad que se concentra y se convierte en pura y perfecta; pútrida e insoportable.
“El empleo que se haga del cuerpo durante toda la vida genera el cuerpo con el cual hay que vivir cuando se es viejo. La imprevisión en esa materia se paga cara más adelante”. Michel Onfray