DIARIO DE ENVEJECIMIENTO LI
El desenlace: 3.2 La Vejez y el Miedo
Miércoles, veintiséis de julio de dos mil veintitrés
“Me asustan los viejos. Son lo que seré”.Manuel Vilas
Sé que más adelante me espera el miedo, emboscado entre las sucesivas oleadas de tiempo, esperando el momento de asustarme. Lo hará, el muy canalla.
Lo mismo que la vejez irrumpe extemporáneamente, sin previo aviso, así lo hará el miedo. Cuando llegue él, ya poco se podrá hacer para salvar nada de lo que puede llamarse vida. Sólo habrá espacio para el pánico, a todas horas. Ahora sospecho que puede que sea el peor momento de una vida, la que se vive con miedo, y eso, en la vejez, ocurre seguro, antes o después.
Rafael Reig, que es un tipo muy divertido y brillante escritor, mantiene que la vejez es la época vital donde desaparece el miedo y eso es la mejor de las cosas que les puede pasar a los humanos: “La vejez nos quita muchas cosas valiosas, la dentadura, la memoria, la autonomía, las erecciones, los dientes, el oído y el pelo, entre otras, pero por fortuna también nos quita el miedo. Nosotros, ¿de qué vamos ya a tener miedo? Y así nos hace por fin libres. Lo que nos impide ser libres es el miedo. Miedo a la muerte, al dolor, a los dioses que hemos inventado, a los poderosos contra los que no nos rebelamos, y sobre todo miedo a la libertad (por eso nos procuramos tantos otros miedos)”.
Estoy plenamente de acuerdo con Rafael Reig, pero él habla de una especie de pre-vejez, no de la vejez profunda, que es de la que yo estoy hablando hoy. Con esa, pocas bromas, ese es el momento en el que el viejo pierde el sentido del humor (también Reig, habla de esa circunstancia propia de la vejez). Desaparece el humor y entra el tormentoso miedo y ya no hay ni un momento de sosiego ni de paz.
¿Cómo es ese miedo, qué textura y color emocional tiene? Todavía no lo sé porque no me ha llegado, aunque algunas intuiciones puedo vislumbrar; tal vez sea miedo a no despertar, al dolor, a la enfermedad, al silencio, al frío y al calor, a otras personas, a las pesadillas en soledad, a tantas y tantas amenazas, a tantas y tantas sombras… Y, sobre todo, tal vez, no lo sé, a ir muriendo lenta mente, muy despacio, a lo largo de interminables horas, solo en una habitación en penumbra una tarde cualquiera, en plena consciencia, sin tener una mano que apretar como despedida. Sí, también a eso, sobre todo…
“Aquí, donde los hombres se sientan y oyen sus mutuos quejidos;
donde la parálisis agita algunas, tristes, últimas canas,
donde la juventud palidece, adelgaza como un espectro y muere;
donde tan solo pensar es estar lleno de tristeza.”
John Keats
La Fotografía: De la película Viejos, de Raúl Cerezo y Fernando González.