MONÓLOGOS SOBRE ARTE
Capítulo dieciocho: Museo Thyssen Bornemisza
Lo Oculto 5
Viernes, veintiocho de Julio de dos mil veintitrés
… Me habría gustado mucho saber de Arte… pero de verdad, seriamente…
Ser capaz de relacionar todas las coordenadas, líneas convergentes, divergentes, paralelas, tangenciales, o espirales, o secantes o cualquier otra forma geométrica que sirvieran para interrelacionar los distintos elementos, categorías, formas, épocas que intervinieran en el espacio tiempo del arte. Relacionar con precisión y creatividad todos los niveles y momentos que se han dado en el espacio-tiempo de la historia del Arte. Ese saber habría tenido para mí todo el sentido del mundo. No habría necesitado mucho más en mi vida.
Bien es verdad que podría haberlo intentado. Pero no, nunca lo hice. Por el contrario, he dedicado toda mi vida a dispersarme en acciones desorientadas y carentes de inteligencia.
Estas reflexiones me remiten a uno de los artistas plásticos de mi predilección, en realidad entre los surrealistas, que tanto me interesan, casi todos me apasionan. Se trata de Ives Tanguy, que sin haber tenido una relación con el mundo del arte hasta los veintitrés años, cuando vio un cuadro de Giorgio de Chirico, y aparte de quedar iluminado por ese artista (absolutamente comprensible), le impulsó a hacerse pintor y entrar en el círculo surrealista apadrinado por su amigo Jacques Prevert, e inmediatamente acogido por André Breton que vio en él un hombre de talento capaz de desarrollar una obra pictórica propia. Así fue. Realizó su primera exposición individual en París (1927). A partir de ese momento y hasta su muerte, treinta años después (1955), desarrolló una obra pictórica inserta siempre en las más reconocibles coordenadas surrealistas.
De su estilo y temática me fascinan sus escenarios adustos, desérticos y oníricos, poblados de extrañas formas y criaturas blandas que a veces transmutan en formas sólidas, pétreas, sombrías que remiten a honda poesía mistérica. Me gusta mucho, Tanguy.
Bien, allí estaba representado con una magnífica obra absolutamente representativa de su mundo creativo. Un gozo…
La Fotografía: Una y otra vez, de Ives Tanguy (1942).
“Estamos entre bastidores de la vida, allí donde nos había transportado Gérard de Nerval, allí donde las figuras del pasado y las del futuro “coexisten todas, conocidas como los diversos personajes de un drama que aún no se ha desentrañado y que, sin embargo, ya está consumado en el pensamiento de su autor”. En cuanto a estos seres errantes, tenía que ser Tanguy quien nos los hiciera ver. Su genio consistió en llegar a dominar a esos fantasmas”. André Breton.
Cartela de sala