DIARIO DE VIAJE: a Castilla León Oeste.
Martes: diecinueve de Septiembre de dos mil veintitrés
Día 2 y 6
… Puse rumbo a Zamora a las cuatro y media de la tarde. Paré en Ledesma, amurallada e histórica, justamente en la mitad del trayecto. Pueblo que tuvo su esplendor en el siglo XVII y XVIII, casas solariegas así lo atestiguaban. En el paseo que di despaciosamente por el centro del pueblo y por las murallas que se abrían al rio Tormes y a un hermoso puente, se dio la curiosa circunstancia que tan solo me crucé con gatos. No vi a ningún bípedo implume (personas).
Llegué a Zamora a las seis y media. Busqué hotel a la altura de mi presupuesto (muy barato, claro), y lo encontré. Me instalé, aparqué el coche cerca y en torno a las siete me dispuse a dar un paseo por el casco antiguo de la ciudad. Me gustó lo que vi, pero estaba tan cansado (había caminado veinte kilómetros a lo largo del día), que decidí parar. Me senté en una terraza de la plaza mayor. Pedí un Martini y me entregue a la contemplación de nada y a esperar a que se hiciera de noche (me daba no sé qué acostarme de día). Delante de mi mesa charlaban animadamente tres chicas jóvenes, que al menos, con su belleza, entretuvieron mi descanso.
Se fueron las chicas y la plaza se entristeció. Yo también. Con la caída de la noche y la pesadumbre, decidí volver despacio al Hotel, tomar una cena breve en algún bar del entorno y acostarme (lo hice a las diez y cuarto de la noche, en silencio).
La Fotografía: De vuelta al hotel me encontré con el Teatro Principal. En la cartela de la izquierda se anunciaba -algo- con el título: La emoción de ser humano, que no me sonó a obra teatral, y según he podido ver después (internet), no, no lo era. Se trataba del título de la presentación de la temporada de exhibiciones y representaciones del teatro municipal para la temporada que comenzaría en ese mismo mes. Decían los políticos o gestores que se sentían muy orgullosos con una programación: “envidiada por muchas ciudades de nuestro entorno”. Sí, eso dijeron, al parecer. Pues qué bien. Todos contentos en Zamora, hasta yo lo estaba, sin saber de qué iba el asunto.