DIARIO DE VIAJE: a Castilla León Oeste.
Lunes: dieciocho de Septiembre de dos mil veintitrés
Día 1 y 5
… Me detuve a la puerta de la ciudad y me dispuse a buscar un hotel (barato, siempre barato), a través de internet. Encontré en el centro (Calle Ángel), un hostal llamado Erasmus by gaiarooms, por cuarenta euros la noche. Aparqué relativamente cerca en zona azul. Fue molestísimo la inscripción en el hotel con intentos fallidos por enlaces que no funcionaban, claves de entrada que tampoco y registro a partir de escaneos de documento y mil molestias añadidas a mi pobreza.
Por fin conseguí dejar atrás la burocracia y salí a pasear por el centro de la ciudad, animadísimo a pesar de ser lunes, con terrazas abarrotadas y gente contenta por doquier. Paseé por la Plaza Mayor y por calles aledañas. Me ilusionó la perspectiva de visitar la ciudad de día. Cené mal, como siempre. Me retiré pronto a mi peculiar hostal-zulo. No importaba, me sentía de buen humor y en actitud asombrosamente positiva…
La Fotografía: Tengo que reconocer que la habitación, desoladora, al menos era diferente para mí ya que nunca me había visto en una habitación parecida: dos literas a cada lado que tenían el aspecto de incomodísimas ya que no tenía colchones, sino colchonetas. No acababan ahí las penurias: el cuarto de baño, en un distribuidor fuera, era una cabina en la que solo cabías de pie, compartido con los ocupantes de dos habitaciones más, que, afortunadamente, no habían comparecido. Habría sido penoso vernos ocho o diez personas haciendo cola frente a la puerta del baño. A pesar de todo, mi buen estado de ánimo no se movió ni un milímetro, hacia abajo claro, que era lo que tocaba.