DIARIO DE VIAJE: a Castilla León Oeste.
Martes: diecinueve de Septiembre de dos mil veintitrés
Día 2.4
… Al salir de las catedrales me tropecé con un museo modernista (art déco), absolutamente maravilloso, delicadísimo, repleto de muñecas y objetos finísimos y bellísimos de la época de entreguerras en Centroeuropa: porcelanas, esmaltes, bronces de Viena, vidrios, muñecas francesas y alemanas, juguetes y un sinfín de objetos más. Un placer asomarme a las vitrinas y expositores de esa inacabable exposición de piezas preciosistas. La mañana estaba resultando intensa, como tenía previsto. En ese sofisticado espacio, de estructura acorde con la época de los objetos expuestos, había una exposición de Agatha Ruiz de la Prada, que también visité. Yo, de esa mujer nada sé; salvo que está entregada a la vida pública y glamurosa (lo he visto ahora en internet) con novios inelegantes (el antiguo novio, tan famoso y tan periodista, era un perfecto prototipo de la inelegancia). Ella, sí lo es, o al menos lo representa y sus diseños de corte y confección también son luminosos, originales y atrevidos. A mí me gusta esa mujer, me resulta atractiva y deseable. A lo mejor es que yo soy tan inelegante como sus novios, pero no me importaría celebrar una cena silenciosa con ella. Creo que cada vez más frecuentemente se me va la cabeza (será de hablar conmigo mismo y bailar solo mientras me preparo la cena)…
La Fotografía: El caso es que visité y fotografié la exposición de Ruiz de la Prada. Y me gustó. Me atrae mucho lo diferente y su ropa lo es, aunque se esté acercando peligrosamente al desfase por insistir maniáticamente en una fórmula ya asimilada y bastante vista. Su concepción de la mezcla de colores y la aparente alegría que desprenden sus modelos, ha sido muy estimable y vigorosa; ahora, no sé Sus diseños parecen traídos a través del túnel del tiempo de la movida madrileña de hace cuarenta años. Revival insospechado y divertido que me salió al paso en Salamanca.