13 NOVIEMBRE 2023

© 2023 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2023
Localizacion
Zamora (España)
Soporte de imagen
DIGITAL 102400
Fecha de diario
2023-11-13
Referencia
10108

DIARIO DE VIAJE: a Castilla León Oeste.
Miércoles: veinte de Septiembre de dos mil veintitrés
Día 3.1

Me levanté bien, descansado (duermo como nunca). Eso debe ser porque, inadvertidamente, soy un hombre satisfecho y tranquilo (dudo). A veces, hasta contento (dudo otra vez). Sí, porque estoy aprendiendo a estar solo (nunca lo había estado en su acepción cruda), a viajar solo y a pensar solo, y ya en el colmo del adorno, a hablar y bailar solo. Cantar todavía no, pero será la próxima actividad cotidiana que haga para adornar mi vida con ritmo, gracia y amenidad.
Desayuné en el bar anexo al hotel. Bien.
Decidí subir al centro histórico de la ciudad con el coche ¡en qué maldita hora!
No encontré aparcamiento de superficie y decidí aparcar en uno público, pero mira por dónde, las plazas eran fraudulentamente estrechas y mi coche innecesariamente grande, además, unido a la oscuridad general y la imperiosa presión de otros coches, tuve que maniobrar intensamente lo que provocó que, en un instante de desconcentración y ángulo muerto rocé con una columna, lo que ocasionó un daño leve pero que me provocó un gran enfado. Soy bastante bueno maniobrando con el coche en situaciones críticas, menos en Zamora, y no sé por qué. Nunca tenía que haber sucedido. Resultó absurdo.
Una vez aparcado el coche arañado, inicié un paseo por el casco. Llegué hasta un mirador desde el que se divisaba el Duero, ancho y esplendoroso; de ahí a la Catedral (todavía cerrada); y al castillo, rehabilitado y que aparecía fuerte y luminoso en la mañana inocente y soleada. En el entorno ajardinado, obras en bronce de un escultor del pasado siglo, zamorano, Baltasar Lobo, moderno y próximo a las vanguardias (una cierta abstracción) propia de la época, pero con evidentes reflejos naturalistas y figurativos reconocibles, sobre todo si leías el título. Entre el castillo y el buen e interesante trabajo del escultor, mi estado de ánimo mejoró notablemente. Fotografié el castillo y algunas esculturas del que sí fue profeta en su ciudad (hasta un pequeño museo le habían montado).
El silencio del entorno, tan grato, de pronto, poco antes de las diez, se vio interrumpido por una campana de sonido incesante e impaciente, grave y alto. Enseguida la acompañaron otras más agudas. Un molestísimo estruendo. Todo el mundo por aquí, en el entorno católico, tenemos incorporado a nuestro subconsciente ese sonido y no nos enfada, hasta puede que nos guste, pero no a mí en ese momento.
A las diez y cinco entré en la catedral, románica (s XII), sobria y con una imagen en sus formas exteriores imponentes y de reflejos orientalizados (de esto último no estoy muy seguro)…
La Fotografía: No supe en qué se estaban ocupando estos zamoranos, detrás del cura, un miércoles a las diez y cuarto de la mañana. Tan solo cuatro hombres, dos mujeres y el cura, que dirigía el pasivo y aburrido ritual. No soy entendido en ritos y ceremonias católicas, circunstancia que no me ayudó a aclararme; y, por si fuera poco mi desinterés podía haberme parado, pero no lo hice; tan solo ralenticé la marcha y fotografié, porque, eso sí, la estática e intrigante composición me llamó poderosamente la atención. Me sugirió una especie de responso dedicado a algún muerto de escaso éxito social, y entonces me vi yo, ahí, de muerto, y me largué sin mirar atrás por si el muerto me seguía para reencarnarse.

Pepe Fuentes ·