10 DICIEMBRE 2023

© 2023 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2023
Localizacion
León (España)
Soporte de imagen
DIGITAL 102400
Fecha de diario
2023-12-10
Referencia
10178

DIARIO DE VIAJE: a Castilla León Oeste.
Viernes: veintidós de Septiembre de dos mil veintitrés
Día 5 y 4

… A las seis menos cuarto me dirigí a Ponferrada (13 Km), desde el Monasterio de Santa María de Carracedo.
Directo al castillo templario por el camino más corto (aparqué justo al lado). Impresionante de planta y aspecto (como de cuento de castillos encantados, pero en versión áspera e ibérica). Arquitectura militar del s XII, y ampliaciones del s XIV al XVI. Bien conservado y aburrido hasta el desentendimiento. La visita: de una dependencia vacía a otra, de un torreón a otro y de una ronda almenada sobre la muralla a otra. Suprema lección de austeridad militar, arquitectura árida y mitologías al servicio de vacíos existenciales insondables (allí celebran los amigos de los templarios, ceremonias, justas y cosas así, nada menos:otra vez el sentido de la vida de gentes que ya no saben dónde mirar). El recinto se dividía en Castillo Viejo (el sobrio); y el Palacio Nuevo, algo más interesante pero intervenido contemporáneamente, donde, por contraste e indudable interés, había una gran biblioteca con una riquísima muestra de ediciones facsimilares, cedidos en su mayoría por un bibliófilo llamado Antonio Ovalle García, que me encantó ver y donde me demoré hasta después de las siete.
Salí del castillo y di un paseo por las inmediaciones, me senté en una terraza a tomarme un Martini y gestionar un hotel en León, donde pensaba dormir esa noche. También me entretuvo ver como un chico joven, atrevido y ocurrente, intentaba ligar con una de las camareras, también joven y chispeante, claro. Lo consiguieron ambos (ella también estaba por el muchacho). Quedaron para más tarde, por la noche. Qué divertido era y sigue siendo ser joven, pensé.
A León (113 Km) llegué de noche, bueno, más bien a un polígono industrial periférico, donde tenía reservada una habitación.
Me horrorizó tanto el motel como la habitación, al que conseguí acceder sirviéndome de la linterna del móvil, como un merodeador de oscuras intenciones. Que mierda lo de mis hostales en el viaje. Tiré el equipaje de cualquier manera sobre la cama y salí corriendo como un loco al centro de la ciudad, como si fuera perseguido por las demonias frikis de por la mañana.
Llegué al centro mismo del viernes noche en León, en torno a las diez. La calle principal, Ancha, que atraviesa el casco antiguo estaba abarrotada de leoneses alegres, como todas las transversales. Gente por doquier, de todas las edades, entraba y salía de bares y restaurantes. Otros muchos grupos se agolpaban en las puertas, terrazas e inmediaciones de los bares. Todo el mundo charlaba animadamente y reía feliz (yo no, los que caminamos solos no reímos) por compartir la noche y cervezas o lo que tomaran con sus amigos, o al menos eso me parecía. Me transmitieron buen rollo. Por mi parte, quería cenar y participar en la alegría callejera, aunque fuera pasivamente. Recorrí varias calles sin encontrar acomodo. Todos los locales estaban llenos, entraba y salía porque la opción de consumir de pie no me seducía. Finalmente, después de un buen rato de indecisión, opté por un italiano, que, aunque estaba lleno, me las ingenié casi para seducir a la camarera jefe y que me diera una mesita, aunque fuera en un rincón. -Vale, tú espera un poco, que seguro que encuentro una solución-, me dijo. Eso hizo y por fin conseguí cenar un plato de espaguetis, que ni bien ni mal, solo eso, pasta normal y corriente. Como habíamos tomado una cierta confianza risueña y cómplice, se empeñó en venderme un tiramisú de postre, al que no pude ni quise negarme. Estaba bueno…
La Fotografía: Para mí, la noche no daba más de sí, por lo que me volví al polígono, al hostal siniestro (Sol naciente, que más bien era Sol poniente), no sin que antes me perdiera un par de veces y esta vez no tuvo la culpa el dichoso navegador, me equivoqué yo solito.

Pepe Fuentes ·