16 ENERO 2024

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
Casa Museo de El Greco (Toledo)
Soporte de imagen
DIGITAL 102400
Fecha de diario
2024-01-16
Referencia
10229

LOS DÍAS 9.3
Doménico Theotocópuli vino hasta aquí para quedarse y pintar hasta morir.
Viernes, doce de enero de 2024

… Llegó a Toledo en 1577 y vivió hasta 1614, cuando murió.
Vivió la época más feliz y de mayor esplendor de la ciudad. En aquel momento, al parecer, era un lugar de encuentro bullicioso y vital de culturas y gentes venidas, especialmente, de la cuenca del mediterráneo que impregnaron a la ciudad de una riqueza cultural y religiosa heterogénea y tolerante. Nunca, en los siglos posteriores se volvió a dar un esplendor semejante. Los tiempos actuales son de otra naturaleza.
“El orientalismo del Greco, es importante porque contribuye a explicar que el misticismo pictórico de Theotocópuli floreciera en el ambiente de Toledo, como tal vez no hubiera ocurrido en ninguna otra parte del mundo y que fuera una manifestación típica del misticismo español”.  Gregorio Marañón
Probablemente, su origen oriental y su singular manera de crear, sostenida en un misticismo apasionado, fue la causa de que tardara tanto tiempo en ser entendido y asumido por la cultura occidental, a pesar de haber trabajado siempre en el marco de la contrarreforma.
“Un crítico moderno dice acertadamente que “para que nosotros hayamos podido comprender al Greco ha sido necesario que hayamos pasado por todos los movimientos del arte moderno desde Delacroix a Cézanne, pasando por Monet y los impresionistas hasta Van Gogh y Lautrec”, pero yo añadiría que ha sido, sobre todo, preciso, que pasemos por el afán interpretativo del arte que se desprende de los nuevos puntos de vistas psicológicos, del conocimiento de la personalidad profunda, del cual Freud y los psicoanalistas son una consecuencia y no la causa, pero una consecuencia ilustre y representativa”. Gregorio Marañón. El Greco y Toledo.
Mi visita al museo fue lenta y corta ya que la obra expuesta no era numerosa. A medida que miraba (no lo veía todo, ni mucho menos), tampoco tenía en cuenta en ese momento la reflexiones que estoy trayendo a estas entradas, encontradas el fin de semana, que como siempre lo pasé en mi casa sin salir ni un poquito.
Una de las observaciones de Gregorio Marañón, en su gran ensayo sobre el pintor, me pareció curiosa e interesante ya que refleja unos matices personales de dos de los más grandes pintores de la época. Nunca se me habría ocurrido pensar algo así:
“El Greco pintaba locos, no me cabe duda, porque tenía la intuición de la proximidad del desvarío a la santidad. Velázquez pintó a los tontos, que están en el polo opuesto de los que desvarían, y los pintó con infinita caridad, como dice Lafuente Ferrari, con la caridad del hombre bueno y satisfecho de la vida. Aquí aparece una de las diferencias significativas entre los dos grandes pintores. El Greco, atento al espíritu, jamás hubiera retratado a un cretino; Velázquez, atento y acomodado a las más altas, jerarquías oficiales, aposentador del palacio real, no se le hubiera ocurrido buscar los modelos de los santos entre los enajenados”.
Podría seguir y seguir profundizando en las coordenadas artísticas del cretense, pero no es materia de este diario. Aquí solo se habla de cosas fáciles que hago y no hago a diario…
La Fotografía: Apóstol Santiago (que al parecer pasó por aquí hasta Santiago de Compostela, donde se adora su cadáver, y que según dicen los peregrinos está allí mismo).
Y dijo Pío Baroja: «(…)¿Quiénes son? ¿Qué hicieron? De esos hombres retratados por el Greco, apenas se tienen datos; de algunos no se sabe nada. ¿Qué existencia viven en el mundo de las ideas? ¿Piensan? ¿Sufren? Hay algo de indescifrable en su expresión; un nimbo de pensamientos y de dolorosas angustias late y vibra alrededor de sus cabezas. Entre sí, se conocieron sin duda; aún ahora, en la soledad, al anochecer, en la sala desierta, deben comunicarse sus espíritus. Esos retratos fueron hechos para adornar las austeras salas de nuestros antepasados”.

Pepe Fuentes ·