17 ENERO 2024

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
Casa Museo de El Greco (Toledo)
Soporte de imagen
DIGITAL 102400
Fecha de diario
2024-01-17
Referencia
10230

LOS DÍAS 9.4
Nuestro gran y eterno artista:
Doménico Theotocópuli, por los siglos de los siglos…
Viernes, doce de enero de 2024

…Tengo un problema con mi ciudad (no es para tanto), y es que soy un ser del siglo XXI, y antes del XX, y ella es, en su más pura y esplendorosa esencia, del XV, XVI y residualmente de la primera parte del XVII con Doménico Theotocópuli todavía vivo, el más grande y quizá único gran artista que trabajó aquí, entre nuestras calles, y también en palacios, templos y oscuros conventos, entre caballeros toledanos de la época, adustos personajes que asomaban sus impenetrables rostros y puritanas cabezas desde rígidas golillas. Ahí nació, creció y habitó, en esas almas que se me antojan atormentadas por la culpa, suya y de los demás, la más pura esencia que pervivió durante siglos en la ciudad.
Ahora, desde el sopor de una realidad que me abruma y me pesa, me pregunto: es cierta esa supuesta alma de las ciudades, ese espíritu metafísico e intangible grabado a fuego por el tiempo, la literatura y la historia,  es real  o tan solo son ensoñaciones de artistas preclaros que mueren  con ellos y después la nada y el silencio. No me contesto porque la respuesta me excede.
Menos mal que a nuestra borrascosa pesadumbre, siempre se han acercado personajes de fuste intelectual y artístico de todas las épocas, como Garcilaso de la Vega (nació aquí, antes que llegara el cretense), Lope de Vega, Santa Teresa, San Juan de  la Cruz, Cervantes, Rainer Maria Rilke, Mauricio Barrés, Pérez Galdós, Luis Buñuel (volvió en los sesenta y después a filmar películas), Gregorio Marañón, Luis Racionero y algunos otros que se me están olvidando seguro. Todos ellos nos han mirado y elogiado apartando telarañas y conjurando prejuicios.
Ya en el siglo XX, vinieron algunos fines de semana artistas de la generación del 27 pero solo de juerga y de fines de semana felices. Después se iban espantados a Madrid, hasta la siguiente farra que tocara.
El Greco
(…)
!Oh purgatorio del color, castigo
desbocado, castigo de la línea
descoyuntado laberinto, etérea
cueva de misteriosos, bellos feos,
de horribles hermosísimos, penando
sobre una eternidad siempre asombrada!

Rafael Alberti
No, no es que eche de menos una dinámica ultramodernidad para mi ciudad, en realidad me da igual. Lo único que siento es que cuando me acerco o deambulo por sus calles y sitios, desde el confesionario y una vez obtenida la absolución (por sus calles mejor discurrir perdonado), en vez de gafas para ver más allá debo servirme de un espejo retrovisor. Y así siempre. Tal vez, no esté mal, no lo sé bien, porque me remite y obliga a establecer una permanente reflexión dialéctica con el tiempo.
Mi visita al Museo (reencarnado en Matusalén, luego beneficiario del todo gratis), me estaba sirviendo para rememorar la obra de El Greco y Toledo, leída en tiempos remotos y que me refresca algunos conceptos interesantes del devenir del arte.
Como despedida de parte de mi mañana y de estas tres entradas dedicadas al Greco y su tiempo, y, sobre todo a unos breves apuntes sobre su obra y personalidad, ninguna otra mejor apreciación que la de Gregorio Marañón, que suscribo absolutamente:
“Yo creo ya inactuales, tanto las explicaciones exculpatorias de la obra de Theotocópuli, como estas interpretaciones retóricas, tan sugestivas, pero tan violentas, que contrastan con la naturalidad que hoy tienen los lienzos del cretense para todas las gentes. El Greco pintó así porque así debía hacerlo para expresar su realidad de los seres humanos y celestiales, que no era la realidad de los otros pintores. Hay que aventar los ridículos supuestos del astigmatismo, de la paranoia o de los pruritos revolucionarios. Su indudable preocupación mística, su genio oriental, crearon en él la pintura ascensional; y esto es todo”. Gregorio Marañón. El Greco y Toledo
La Fotografía: Vista y plano de la ciudad, con algunas alteraciones en la ubicación de edificios singulares para hacerlos visibles, como El Hospital (de afuera) Tavera, trasladado ante la puerta del Cambrón, a lomos de una nube bíblica.
Sin embargo, no comparto la idea de Marañón sobre la pervivencia de una cierta reminiscencia cultural y espiritual, a no ser en una monumentalidad inanimada sin conexión con nada real y actual. Quizá sea porque desde entonces ha pasado toda una vida (66 años), ya que aquí no creo que quede nada de ese espíritu (no es necesariamente malo):
La reliquia de alma oriental que persiste en Toledo es lo más singular del venerable caserío. Siempre he protestado de que a Toledo se le considere como una ciudad castellana, porque es una ciudad oriental, avanzada en el oeste, que aspira llegar al Atlántico misterioso, meta de todos los grandes sueños de entonces, y que sobre las rocas del Tajo, se tendió a descansar; y allí quedó para siempre, petrificada, en esa vida de arrabal del Oriente, que constituye su encanto mayor”.  Gregorio Marañón

Pepe Fuentes ·