CENAS RARAS (interludio)
¿Aún no estás seguro Pepe? Solo se vive una vez, así que ¡haz que cuente! Timeleft (frase promocional personalizada de la plataforma organizadora de cenas entre desconocidos).
Jueves, veintiuno de noviembre de dos mil veinticuatro
De vez en cuando asisto a cenas con personas que no conozco, y que en este diario las llamo “Cenas Raras”, porque sí. Utilizo esta aplicación de vez en cuando porque me sirve para salir de mi casa los miércoles por la tarde hasta por la noche. Los comensales somos desconocidos unos de otros (algunos hasta de sí mismos) que pasan a ser conocidos, y luego, sin solución de continuidad, a desconocidos otra vez y a olvidados en tan solo unas horas (al día siguiente nos cruzaríamos en la calle y no nos reconoceríamos).
Anoche estuve en una de ellas, pero no lo contaré hasta dentro de unos días.
Recientemente recibí un correo de los promotores en el que incluían la frase introductoria de hoy. Como argumento de venta es poco claro, esotérico casi. Desconozco las técnicas de marketing, pero sospecho que esta fórmula no está muy afinada; a no ser que, el propósito sea llegar al potencial consumidor a través de un calculado enigma.
Lo que sí sé es que son gentes bienintencionadas y simpáticas porque ponen a disposición de los solitarios una oportunidad de no serlo durante dos o tres horas. Los que consumimos el producto y acudimos confiados al escenario intersubjetivo, pronto nos damos cuenta de que no conjuramos nada, simplemente escenificamos esa soledad junto con otros de igual contingencia vital, sentados a una mesa tomando espaguetis, vino blanco y un postre, conversando generalmente de lo que hacemos en nuestras vidas que, por definición, solo nos interesa a nosotros. Nos levantamos y seguimos estando tan solos como antes de ir o más.
Todos acudimos con la lección aprendida y que los organizadores se han encargado de hacer que cale en nuestro subconsciente. Han acotado mucho las reglas del juego porque prefieren una base social de gentes más o menos modernas, contenidas en entornos políticamente correctos, liberales, pero dentro de un orden, conservadores siempre, al menos en el segmento de edad en el que me sitúan, es decir entre viejos. Las mesas de jóvenes no sé cómo serán, supongo que más dinámicas y atrevidas. Creo que los viejos estamos instalados en una pavorosa autolimitación contradictoria (y aburridísima). Dado que ya no tenemos casi nada que perder y menos que construir (carecemos de futuro); tendríamos que ser los más revolucionarios y ruidosos y folladores, dentro de los límites que imponga el cuerpo y el deseo.
Pero no, no nos pasa casi nada, nada de nada. No sé. Lo que sí sé es que estamos tiesos, pura mojama existencial. Lo más lamentable y hasta patético es que la mayoría no se da cuenta, y tampoco quieren enterarse porque no podrían soportarlo. Todavía hay personas que despliegan en las mesas de Timeleft un mundo de color y fantasía que solo existe en la subjetividad que llevan consigo. Desde mi punto de vista se debería hablar más de lo que no se hace, que de lo que sí. De sueños, necesidades, de deseos incumplidos y de búsquedas de tesoros perdidos. De ser niños otra vez.
Nadie reconoce que busca el amor que ya no tiene porque lo ha perdido en cualquier curva del camino, el último de su vida tal vez. Sin embargo, por miedo, actuamos con una suficiencia impostada, y claro, así no hay modo, así todos volvemos a nuestras casas penosamente decepcionados. Los de Timeleft no tienen la culpa de nada, todo lo contrario, como tampoco las redes sociales o las páginas de contactos sentimentales, porque la verdadera realidad de nuestra pobreza vivencial la construimos todos, independientemente del soporte del que nos sirvamos. Y, menos mal, que por lo menos contamos con esos medios. Si no, sería peor.
La Fotografía: En las cenas Timelft, generalmente con paridad entre sexos (mitad y mitad), e igualmente semejantes en edad (entre 55 y 65) en las que a mí me reservan plaza (no hay para más edad y bien, porque entonces yo no iría ya que a mí tampoco me gustan los viejos y menos las viejas), por lo que estoy fuera de juego: siempre soy el vejestorio (seis años de desfase son muchos). Como en la naturaleza humana y animal, los ancianos son a los que se aísla y desprecia instintivamente, lo que hace que esté en permanente fuera de sitio. Creo que ya va siendo hora de que mande a la mierda el experimento.