ADENTRÁNDOME EN LAS TINIEBLAS 37.5
Absurdo
con los gestos de ayer, vestido de otro tiempo
vagamente difunto.
El tiempo arrasa cada vez la vida
El tiempo incendia cada vez la vida.
José Ángel Valente
Jueves, diecinueve de diciembre de dos mil veinticuatro
… Mis merodeos por la finca aparentemente abandonada tuvieron algunos problemas. A pesar de la soledad que cubría los restos del núcleo que fue la finca en vida: corrales, hangares, establos, casas de los obreros, la propia casa principal estaba habitada.
A lo largo de los años, en mis incursiones fotográficas por esa zona en particular donde no había rastros de vida, inesperadamente, aparecía una mujer anciana, pobremente vestida y desgreñada que a grandes gritos me exigía que abandonara el lugar.
Me parecía inconcebible que, en esa ruina, sin agua ni luz eléctrica, pudiera vivir alguien, pero sí, vivían y más de una persona. Tampoco tenía explicación cómo se suministraban de comida porque coche no tenían y cualquier núcleo de población se encontraba a bastantes kilómetros. Necesariamente debían estar asistidas por alguien en el exterior.
Durante unos años, en un chamizo anejo vivían tres ovejas con la lana arrastrando por el suelo que cuando me aproximaba se asomaban a recibirme y me miraban con desvalida fijeza.
Hace cuatro años, en la casa principal, cerrada herméticamente, oí voces de una conversación.
Me angustiaba cuando pensaba en cómo podrían vivir esas personas en las temperaturas extremas de invierno y verano.
Hace tan solo dos años entré en un corral que daba a la puerta lateral de la casa, suponiendo que ya no quedaba nadie. Nada más entrar vi que había numerosos gatos, lo que hizo que me diera la vuelta porque supuse que la casa seguía habitada. No me dio tiempo a salir, antes apareció furiosa la mujer de siempre que comenzó a insultarme y exigirme que abandonara su propiedad de inmediato. Eso hice. Azorado y disgustado por mi inconveniencia…
La Fotografía: Explanada donde aún hoy quedan restos en pie, severamente castigados por el abandono. Es dramático sentir el inclemente paso del tiempo cuando todavía no se ha asumido que la vida es tiempo y solo eso, lo único que verdaderamente dota de sentido a todo. Es inconcebible cualquier elemento sobre el planeta: ser vivo orgánico, objeto inanimado y hasta la tierra misma sin que la intervención del tiempo insufle sentido a todo. El único Dios, porque hasta él, si es que nació en algún momento cósmico, murió hace un tiempo inconmensurable a manos de una energía que está por encima de todo lo existente: el tiempo.