25 DICIEMBRE 2024

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
Catedral Segovia. Alonso Sánchez Coello (1585)
Soporte de imagen
DIGITAL 10000
Fecha de diario
2024-12-25
Referencia
10648

DIARIO DE LA BELLEZA 4
«Feliz quien pudo
Hallar un destino a su medida».

Friedrich Hölderlin
Miércoles, veinticinco de diciembre de 2024

Ayer me levanté a las seis y media ¡qué temprano para no tener nada qué hacer! Siempre estoy bien en la cama, mi cama, acogedora, confortable. Mi cuerpo se hunde suavemente en un colchón de una densidad perfecta entre sábanas limpias. La temperatura de mi dormitorio es acariciadora y duermo como si fuera un ángel en la gloria. Dormir bien es la pura esencia del perfecto estoico que soy porque he abandonado las pasiones (bajas y altas).
Soy feliz resignadamente. Una vez que he sido expulsado de la alegría solo me queda la felicidad, tan sosa y desvitalizada siempre. Como dice Hölderlin, finalmente he encontrado un modo de vivir acorde con mi destino anónimo.
Ayer fue el día, que luego se convertiría en Nochebuena. Es el día que todo el mundo se alegra mucho por todo. Especialmente porque es un día más sociable del año. Desde medio día, todo el mundo sale a la calle a socializar eufóricamente; luego llega la noche y todos se refugian en sus casas en las que se reúnen a cenar (mucho) con sus familias (incluso los arrimados: cuñados y yernos, asisten).
Y todo por qué, solamente porque es pura tradición cultural y porque el ser humano necesita locamente sentirse cerca de otros seres humanos y soñar que todo tiene sentido (nada lo tiene, verdaderamente).
Para llevar la contraria al signo del día, yo permaneceré solo día y noche. No, no es un gesto de heroicidad voluntaria; no, tan solo es mi destino que va de por libre apostando fuerte.
Ayer oía una cita de Kafka en una novela que estoy oyendo de Sigrid Nunez (Los vulnerables), y que era de una verdad demoledora: el único y último sentido de una vida es que -Termina-
No hay otro más preciso y cierto que ese.
Hoy ya tenemos al niño Jesús con nosotros, tan consolador, al parecer, porque nació para redimirnos, según dicen (no, no lo veo, porque no creo que estemos más redimidos de nada en relación con los humanos que vivieron antes de Él).
Ese hombre tuvo muy mala suerte, acabó muy mal, sufriendo intolerablemente, joven todavía. No sé si su destino fue a su medida, probablemente sí (dos mil años después seguimos adorándole); pero yo, puestos a elegir, sin dudarlo habría optado por este otro:
“…Magdalena habría acudido a reunirse conmigo y tras unos cuántos besos me habría convencido de que optara por seguir vivo, nos habríamos fugado juntos, habríamos ido a vivir a una tierra lejana ajena a mi reputación y habríamos llevado la maravillosa existencia de la gente corriente…” (Jesucristo elaborando alternativas felices para su vida, en Sed, de Amelie Nothomb)
En cuanto a mi destino de hoy (y ayer), es el que quiero, por eso he llegado a ser feliz, al final de todo; sí porque después de esto ya no hay nada, solo esto.
La Fotografía: Incredulidad de Santo Tomás, Alonso Sánchez Coello (1585).  Catedral de Segovia. 
“La civilización judeocristiana se construye sobre una ficción: la de un Jesús que nunca tuvo más existencia que la alegórica, metafórica, simbólica, mitológica. No existe ninguna prueba tangible de este personaje en su tiempo: en efecto, no se ha encontrado ningún retrato físico, ni en la historia del arte que sería su contemporánea ni en los textos de los Evangelios, donde no hay ninguna descripción del personaje. Más de mil años de historia del arte le han dado un cuerpo de hombre blanco, un rostro de mirada clara, cabello rubio y una barba bífida, es decir, criterios que informan más sobre los artistas que lo figuran (en el sentido etimológico: que le dan una figura) que sobre el personaje mismo. En el arte occidental, Jesús adquiere efectivamente el cuerpo del ario braquicéfalo que lo pinta. Pero nada de lo que constituye el retrato emblemático encuentra justificación en un solo versículo del Nuevo Testamento, mudo sobre su aspecto físico”.
Michel Onfray

Pepe Fuentes ·