ADENTRÁNDOME EN LAS TINIEBLAS 38
“Quien no ha tenido nunca un perro no sabe lo que es querer y ser querido”. Arthur Shopenhauer. (la frase es una chorrada, pero es bonita). Fernando Aramburu
Jueves, diecinueve de diciembre de dos mil veinticuatro
Siguen las desgracias…
Ayer llevamos, Naty y yo a Nuestro Charlie, a que le hicieran un TAC de cabeza porque pensábamos que no veía con su ojo derecho. Eso hicimos. Pero una veterinaria eficacísima, jovencísima y guapísima, nos sacó de nuestro error y nos introdujo brutalmente en otro diagnóstico peor.
Habíamos observado que acercando una mano a su ojo derecho no se producía ninguna reacción por lo que pensábamos que no tenía visión en ese ojo. Hasta un tumor en ese lado de la cabeza temíamos. Sin embargo, la veterinaria hizo otras pruebas y lo que encontró es que no movía el párpado, es decir tenía paralizada la zona vestibular del oído derecho que afectaba al párpado.
Más problemas: había que sedarle para hacerle un reconocimiento de la cabeza mediante TAC, pero el anestésico podía afectar a los riñones y estos acusaban insuficiencia. Es decir, Mi Charlie, tenía un cierto deterioro renal irrecuperable. Tendría que soportar un tratamiento de por vida para este mal.
La perspectiva era, tratamiento de choque para poder realizar el chequeo con sedación y, posteriormente y si era posible, someterle a una operación neurológica en el oído interno derecho.
Llegamos a la clínica con dos enfermedades de Mi Charlie, una de ella crónica de carácter epidérmica con tratamiento ininterrumpido, y salimos con dos más, una de ellas, renal, de por vida, también. Ah, y anemia, también tiene ese mal y no teníamos ni idea porque no podemos cuidar más su alimentación.
Y es ahora cuando, inevitablemente, me asalta una vez más la reflexión sobre lo que significa tener un perro y, especialmente, como en el caso de Mi Charlie, propenso a enfermar: dos crónicas ya diagnosticadas y una tercera autoinmune que superó. Previsiblemente, será la cuarta vez que tendrá que pasar por un quirófano. El resultado no es otro que, nuestro perro, que está con nosotros cada minuto del día (con uno o con otro), y que atendemos en todas sus necesidades, a pesar de todo enferma y gravemente, además.
Pasamos en la clínica cuatro horas, con analíticas (orina y sangre), reconocimiento y prescripción de tratamientos diversos. Durante ese tiempo Charlie se mostró amedrantado, temblando la mayor parte del tiempo, y absolutamente desinteresado por lo que sucedía a su alrededor, tanto la presencia de personas como de perros. Normalmente, él nunca quiere saber de nada ni de nadie que no seamos nosotros. Se tumbó debajo de nuestras piernas y de vez en cuando nos daba con la pata, tanto a Naty como a mí, lo que significaba que deseaba que nos fuéramos de allí inmediatamente.
El signo de los tiempos en los que la soledad y aislamiento crecen entre los humanos, los animales de compañía ocupan espacios cada día mayores en la vida de las personas, especialmente entre los que sienten la soledad opresivamente, aunque estén acompañados. Para muchos de nosotros, los humanos fallan, los animales nunca. A fin de cuentas: “…los gatos, los perros y los caballos dan muestra de que tienen conciencia de su entorno; se experimentan a sí mismos actuando o no actuando; tienen pensamientos y sensaciones”. John Gray
La Fotografía: Sí, tiene razón Aramburu, quizá la frase de Arthur Shopenhauer, esté sobrecargada, exagerada, pero hay un hecho sentimental que yo corroboro según mi percepción: yo quiero a Mi Charlie, y él me quiere a mí, a pesar de que al ser un animal limita radicalmente la relación y los intercambios que establezco con él. Sin embargo, no así el esfuerzo que supone atenderle y cuidarle todo el tiempo. En esta foto, por ejemplo, Mi Charlie está tumbado sobre mis piernas porque tenía frío y así estuvo casi dos horas, impidiéndome trabajar.