DIARIO DE LA NADA 15
Ha oscurecido un poco. Ya se ha muerto.
Anda una mosca por la carne quieta.
¿De qué puede servirme que aquel hombre haya sufrido,
si yo sufro ahora?
Jorge Luis Borges
Jueves, veintiséis de diciembre de dos mil veinticuatro
Pasaron lo que llaman navidades (nacimiento de Jesús de Nazareth, o de Belén o de Galilea o de un sitio cercano), quintaesencia de la socialización humana, un gigantesco movimiento a nivel planetario. Dentro de tres meses y medio los humanos y Dios (confabulación de judíos y romanos y del propio Dios grande) matarán al niño ya hombre por un efecto mágico de alteración del tiempo en aras del simbolismo, la espiritualidad y el comercio; y el género humano se redimirá de los pecados del último año. Y a volver a empezar, y así hasta el final de los tiempos que, según predijo Stephen Hawking, será dentro de 600 años (la tierra se convertirá en una maldita bola de fuego).
Por si fuera cosa de nada esa mala noticia para el género humano (no sé si en ese momento estarán los humanos redimidos o se encontrarán ya ahítos de pecados, dependerá del momento del ciclo: pecado-pasión y muerte del niño nacido ahora-redención).
Tampoco hay que preocuparse demasiado por el infierno volador porque a esas alturas los humanos llevarán siglos superados por una IA que se replicará a sí misma, por lo que, técnicamente, nada se podrá hacer, y eso será solo dentro de unas pocas décadas: “El desarrollo de una completa inteligencia artificial (IA) podría traducirse en el fin de la raza humana’. Stephen Hawking (2014).
En estos días festivaleros he permanecido en intensos ejercicios espirituales en mi casa, solo y en silencio, salvo en algunos momentos que he cantado y bailado un poco gracias a la ayuda de Alexa.
Hoy no sabía que escribir, estoy en plena crisis existencial, luego vivencial también, porque ni siquiera como bien, a diferencia de todo el mundo en estos días, según tengo entendido. Recuerdo con una ineludible nostalgia los guisos de mi madre en estos días, y en todos.
Vivo en un eterno paréntesis y me da la impresión de que nada mejorará, todo lo contrario.
No creo que me toque nadie (a no ser que pague a alguien para que lo haga, pero eso casi que no cuenta), antes de que lo haga el empleado de la funeraria que me meta en el siniestro ataúd, que también será un asalariado, el último. Lo sé de buena tinta (me lo dice mi ángel de la guarda).
Hay autores que dicen que no se puede vivir sin el contacto físico con otros humanos. Mienten. Yo no lo tengo y sigo viviendo, mal, pero ni siquiera enfermo estoy.
La Fotografía: A lo largo del día estoy en silencio, por la noche también, pero en estas últimas, en plena comunión con Aki Kaurismäski y sus películas, cada noche una y a veces dos. La de anoche: Contraté un asesino a sueldo (1990), “Un hombre gris y sin ganas de vivir contrata a un asesino a sueldo para que acabe con su vida, pues él carece de valor para hacerlo”. Dice el asesino a un impagable Jean-Pierre Léaud, que será víctima del sicario: -podría hacerlo usted y se ahorraría el coste- a lo que este contesta -que lo ha intentado, pero que es un cobarde- Claro, yo en su caso haría lo mismo. Aquí, Léaud, es mi alter ego.