4 ENERO 2025

© 2024 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2024
Localizacion
Armando y pepe (03.11.2024). Toledo. Versión dos
Soporte de imagen
DIGITAL (100)
Fecha de diario
2025-01-04
Referencia
10594

DIARIO ÍNTIMO 106 y 2
“Las amistades nocturnas parecen sólidas, pero suelen ser líquidas”. Ramón Eder
Lunes, treinta de diciembre de dos mil veinticuatro

… Mi amigo del alma, Armando, me comprometió para asistir a una cena, en Madrid, junto a Mamen (su mujer), y cinco personas más, no amigas, sí conocidas de nuestras largas travesías en la noche de Madrid, hace un siglo ya.
Aunque no me apetecía en absoluto, me dije: -si ibas a las Cenas Raras, con desconocidos; también puedes ir a esta, con conocidos y mi amigo- Ahí radicó mi error. Con desconocidos sí, con conocidos no. Nada nuevo me podían ofrecer. Ni yo a ellos. Tiene algún sentido cuando suponemos que aportamos algo a alguien, me parece.
Todo serían reiteraciones de lo que ya sabía y no me gustaba entonces, luego ahora, lo más probable es que menos todavía. No obstante, habían pasado cinco años desde que los vi por última vez, y quizá se había producido una metamorfosis en ellos, a mejor, claro; o en mí, que como vivo tan cerca no lo sé porque me falta perspectiva.
Se confirmó lo peor: nadie habíamos cambiado un ápice ¡será posible tanto inmovilismo mental! Me dije. Pues sí; ellos y yo igualitos que antes.
Lo que no me gustaba de ellos: frivolidad, paletismo, incapacidad para conversar, un sentido hedonista primario y vacío… podría seguir. Lo que no me gusta de mí, de aquel tiempo, y de ahora: rigidez y un maniático sentido crítico a todo lo que no sea un cierto afán introspectivo y supuesto e imposible “crecimiento” propio (es decir, un coñazo de tío).
Todo seguía igual, inmóvil, ni el aíre se había movido. En la práctica, todo se desarrolló como siempre, todo el mundo hablando compulsivamente, con los oídos cerrados. Nadie escuchaba a nadie. Al salir de la cena, que duró hasta las doce, todo lo dicho y oído olvidado en unos minutos. Ningún placer mientras duró. Quizás ellos sí. Yo no.
Claro, y es ahora cuando necesito preguntarme: ¿qué coño hizo que tuviera esos compañeros de viaje tan distantes de mi manera de ver las cosas? El contexto y el “rollo” de dónde nos movíamos: insistentes ellos, insistentes nosotros (Naty y yo), hizo que nos juntáramos entonces. Pero claro, tantos años después, la cena ya no tenía sentido, era repetir lo indeseable y sabido. Asunto pasado y olvidado, al menos en mi caso; que no en el suyo porque seguían conectados fuertemente al pasado. Que, por cierto, ahora lo veo como prescindible (no ha dejado huellas en mí, ninguna).
En el presente avejentado no tiene sentido mirar hacia atrás. Si hay un momento necesariamente de olvido es este, el final. El antes ya no sirve de nada, son escombros.
Ya no es el momento de esas experiencias, vivencias, o como se las quiera llamar, porque como dijo Anthony Hopkins: “Cuando te das cuenta y entiendes que sientes ansiedad cuando pasas tiempo con personas, en actividades, lugares o situaciones que no te convienen porque te roban energía”.
Mejor abstenerse. No hay tiempo para el estéril displacer.  
Por mucho que me ponga positivo a la hora de socializar con la mejor disposición, si no estoy en sintonía con los otros (que no lo estaba, ni mucho menos), mejor no acudir. Encima ellos no me habían invitado, solo lo había hecho mi amigo.
Volví a mi casa a la una de la madrugada. Menudo plan, tonto hasta el absurdo.
La Fotografía: Mi amigo fraternal y yo, hace un mes. Él me invitó a asistir con la mejor de las intenciones y acepté. Nos veríamos y pasaríamos unas horas juntos.

Pepe Fuentes ·