29 ENERO 2025

© 2019 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2019
Localizacion
Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Avaroa. Desierto Siloli (Bolivia)
Soporte de imagen
-120 MM- ILFORD PAN F 50
Fecha de diario
2025-01-29
Referencia
10300

DIARIO DE LA BELLEZA 6
“Nada meritorio hay en seguir la senda del carácter. Hacer lo que debe hacerse. Alcanzar lo alcanzable. Aprender lo aprendible”.
Rodrigo Cortés
Lunes, veintisiete de enero de dos mil veinticinco

Lunes: me he levantado como si nada, sintiendo que el fin de semana quedaba atrás sin pena ni gloria. Solo la tristeza me había acompañado intermitentemente: unos ratos sí, pero la mayoría del tiempo no. El silencio, estable y salvífico, siempre presente.
Ahora, por la mañana, llueve mucho. Mi Charlie y yo hemos acortado el paseo hasta ni enterarnos de que hemos caminado (2 km). Hemos vuelto apresurados y mojados.
En estos días, estoy oyendo una interesante novela-crónica testimonial sobre decenas de suicidados jóvenes, de Leila Guerriero: Los suicidas del fin del mundo: Crónica de un pueblo patagónico (2006). –Entre 1997 y 1999, una oleada de suicidios conmovió a la pequeña localidad petrolera de Las Heras, situada prácticamente en medio de la nada y perteneciente a la provincia argentina de Santa Cruz, en la Patagonia. La mayoría de los suicidas tenían alrededor de veinticinco años y pertenecían a familias modestas, oriundas de la zona-.
Tengo dos poderosas razones para leer este relato: Me gusta mucho esta escritora y el trasunto de lo tratado: el suicidio. Si como cuenta Guerriero, no parecía haber razones objetivas (o sí, porque subjetivas siempre existen, te suicides o no), me interesa aún más. Los jóvenes suicidas, súbita e inesperadamente, sin causa aparente, salvo estar expuestos al constante viento tormentoso y atormentador patagónico; pero, sobre todo, a un sinsentido existencial que hacía que todo les diera igual. La infausta plaga, motivada por el insufrible peso del vivir, fue fatalmente contagiosa entre los que aún estaban en edad de soñar con imposibles.
Antes, dos de Rodrigo Cortés: Los años extraordinarios (2023); y, Cuentos telúricos (2024), fantásticos ambos (nunca mejor dicho), de imaginación desbordante y estilo propio e inimitable. Dice Juan Bonilla, sobre Rodrigo Cortés: “… tan personal, tan reconocible, se inscribe en una tradición que está llena de marcianos telúricos como él, gente libre capacitada, aún, para que esperemos encontrar en unas páginas la iluminación de lo inesperado”. 
La Fotografía: Día apasionante, de principio a fin, en dos mil diecinueve (no recuerdo el mes). Naty y yo amanecimos en un hostal-refugio de alta montaña (4980 m de altitud), cerca de la Laguna Colorada, en el altiplano boliviano. A lo largo del día tendríamos que cruzar el desierto de Siloli hasta llegar a Uyuni, desde donde habíamos partido dos días antes. Viajábamos con Alberto, nuestro guía, conductor y cocinero en un todoterreno que se averió nada más salir. No había cobertura. Alberto retrocedió andando hasta unas construcciones que se divisaban a lo lejos, cerca de la Laguna, para pedir ayuda. Dos horas después apareció con otro coche, viejo y renqueante y dos hombres que serían los que nos llevarían hasta Uyuni, donde llegamos avanzando por una tortuosa pista de tierra en torno a las once de la noche, cayéndonos encima una fuerte tormenta durante tres o cuatro horas. A comer paramos en una planicie salpicada de grandes piedras erosionadas por el viento que o bien habían sido expulsadas desde el interior de la tierra o arrojadas por titanes desde las alturas. Apenas comí porque empleé el tiempo en fotografiar compulsivamente ya que sabía que piedras tan alucinantes como esas jamás volvería a verlas y fotografiarlas. Fue lo más cerca que he estado en mi vida de un paisaje telúrico. Fue emocionante e inolvidable, la única experiencia telúrica que he experimentado vívidamente.

Pepe Fuentes ·