9 ABRIL 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
Paris, Texas (1984). Wim Wenders. Travis
Soporte de imagen
-DIGITAL 4000
Fecha de diario
2025-04-09
Referencia
10810

LOS DÍAS 12
También pensaba que, en cuanto las cosas se quedaban atrás, dejaban de ser verdad o mentira y se convertían sólo en confusos restos a merced de la memoria. No había nada que salvar. El tiempo lo deshacía todo, lo convertía en polvo, y luego soplaba el viento y se llevaba ese polvo. Rafael Chirbes
Sábado, cinco de abril de dos mil veinticinco

Lo que escribió Rafael Chirbes en La buena letra es lo que debió pensar en algún momento de su vida Travis, protagonista de la bellísima y emotiva París, Texas (1984) que volví a ver anoche, viernes. Apenas me acordaba. La vi cuando la estrenaron, hace cuarenta y un años. Desde entonces, el olvido se ha llevado capas y capas de esa inolvidable película ¡qué pena! Tampoco lo bello perdura.
Hoy se inicia otro fin de semana en blanco. No haré nada de nada.
Por la mañana he salido a caminar con Mi Charlie. Nos hemos encontrado con una mujer con un perro, grande y precioso, gris, de ojos amarillos y esplendoroso manto gris ceniza. El perro se ha empeñado en saludar a Mi Charlie, la dueña se lo ha permitido, pero Mi Charlie, no. Le he explicado a esa mujer que el mío no era nada sociable porque había salido a su dueño; ella (de buen aspecto) se ha empeñado en darme una información no requerida, sutilmente, diciendo que ella le decía a su “marido” que su perro se parecía a él. A partir de ahí, una vez que en segundos habíamos dejado claro que nuestro amor era imposible, nos hemos alejado sin mirar atrás.
Después he hablado por teléfono con mi amigo-hermano, mientras caminaba (más de una hora). Me ha contado de modo hiperrealista (el contenido de su experiencia lo requería) que el día anterior había estado en una reducción de sus muertos (3), de una sepultura atestada. El trance fue duro para sus ojos porque todos estaban desechos. Y no, no se apreciaba señales de ninguna transmigración de almas ni de nada. Observó algo que ni a él ni a mí se nos había ocurrido antes: los esqueletos de los cadáveres que habían muerto muy viejos se conservaban mucho peor que los que habían muerto más jóvenes y antes que los viejos.
Obvia deducción: si te mueres joven, como esqueleto aguantas más. Si mueres viejo, lo haces hecho un asco y como cadáver tampoco vales gran cosa. Si te achicharran, nada de nada, joven o viejo. Todos iguales. Lo de la cremación parece que es un método eficaz de eliminar la individualidad; fórmula que hace a todos iguales en unos momentos. Detesto el concepto de la igualdad, salvo ante la ley que es el único valor progresivo y esencial de los principios  y experiencias humanas.
En consecuencia, dejaré dicho que, de quemarme, nada. Quiero pudrirme lentamente y a mi manera (como los muertos de mi amigo-hermano). Como mi cuerpo y las circunstancias (gusanos) vayan eligiendo, despacio. Ah, mi amigo-hermano y yo nos hemos reafirmado en lo que sabíamos: los que crean en la vida eterna que pierdan toda esperanza. No están bien informados. Debajo de las lápidas no hay nada, solo basura. Ah, y además, si cuando llevas flores a la tumba piensas que te están viendo los muertos, olvídate, ellos no te ven porque solo son polvo putrefacto que no se lleva el viento.
De todo ese proceso ya se dieron cuenta hace miles de años los egipcios e inventaron un método fabuloso para mejorar la vida de los muertos como tales: la momificación, que los mantenía durante milenios con una prestancia insuperable, hasta para los vivos. Se supone que los cristianos lo solucionarían solo con una promesa de trascendencia, solo sí eras creyente, sin gastar nada ni en momificaciones ni en pirámides, pero ha sido un fiasco. Todo mentira. Los camposantos están hasta arriba de materia pútrida e irreconocible, puro desecho innoble. Eso es lo que vio mi amigo-hermano ayer mismo, cuando miró la tumba familiar por dentro.
La Fotografía: Paris, Texas, tiene uno de los comienzos más brillantes en cine que yo haya visto nunca: un hombre polvoriento de mediana edad, pero joven todavía, camina a grandes zancadas por un desierto, sin paz ni descanso. Imbuido de una determinación poderosa e insondable.  Cuando llega a lugares habitados no habla ni esboza el más mínimo gesto. Ninguna expresión ni emoción en la mirada, solo seca perplejidad. Nadie sabe de dónde viene ni a dónde va. Mientras, suena la guitarra de Ry Cooder en una composición envolvente, lírica, épica, hechizante. Puede que sea el mejor comienzo de película que yo haya visto nunca. La mirada abraza la pantalla fascinada. Luego pasan cosas, bastantes cosas, pero ya no tienen la arrebatada fuerza del comienzo. La película da para más, pero ya se me ha acabado el espacio de hoy. Otro día, si viene a cuento, hablaré otro poco de esta película, merece la pena.

Pepe Fuentes ·