MONÓLOGOS SOBRE ARTE 30.1
“Si quiero pintar una naranja, no la pongo frente a mí. Prefiero comérmela y después la pinto». Fernando Botero
Viernes, veinticinco de abril de dos mil veinticinco
Cada día tiene su aquel, que más que indefinible es imprevisible.
Hoy es uno de esos, pero con una diferencia de matiz o de interpretación: mis días son iguales todos y solo cuento como recurso para rescatarlos de la monótona cadena de montaje de la vida, que nunca termina de fabricarse del todo, mi voluntad y el hacer con sus variantes, porque si no, tampoco. Lo dice Fernando Botero: «El arte es hacer siempre lo mismo, pero de forma diferente». Si retoco la frase a mi favor y donde él dice arte, yo digo días, todo se recoloca y equilibra, aunque no sea exactamente así.
Ayer, pasé todo el día en mi estudio trabajando en mis afanes gratuitos por improductivos, pero carísimos por laboriosos. No salí a causa de mis dolencias, que no son serias, pero sí molestas.
Me ocupé todo el tiempo en Bergoglio, que se ha muerto y eso me ha alterado de algún modo, aunque no me haya afectado especialmente (Bergoglio era un hombre normal, pero con convicciones firmes y sentido del humor, a pesar de ser un clérigo, el mayor de todos ellos). Ha durado ochenta y ocho años en plena forma, y eso me hace preguntarme el porqué de tanta longevidad (para mí no la quiero). No sé si sería por la fe en la existencia de Dios; por los aplausos del mundo que le hacían sonreír (nadie escapa a la vanidad, ni siquiera el Papa); por el afán de trascendencia y que pasaría a la historia o por la convicción de que más allá de su vida terrenal accedería a la eterna. Claro, tantos enigmas y preguntas sin respuesta me ocupan horas y horas.
Cada día, aunque coma a las mismas horas y me acueste a las once, escrupulosamente (Buñuel creo recordar que lo hacía a las diez), rescato los días procurando hacer cosas diferentes con buen ánimo y talante (a veces canto y bailo un poquito).
Por la tarde, de pronto tuve un pálpito como si algo no fuera bien, miré a ver qué entrada tenía preparada para hoy; y, oh, espanto, no tenía nada, la casilla estaba vacía. Al menos la del viernes ya estaba hecha (ayer) y eso me alivió un poco.
Hoy he salvado la entrada, pero mañana estoy en las mismas, nada tengo. La entrada del domingo no existe y como no me pasa nada que pueda contar porque tengo problemas vivenciales, también los tengo como escrupuloso diarista.
Por la noche tenía en lista de espera para la tele un documental sobre Fernando Botero, artista que siempre me ha fascinado, pero sin saber exactamente porqué. Apenas si he pensado en Botero nunca, luego mi ignorancia sobre este increíble artista era casi total. Vi el documental y fotografié varias de sus obras. Hoy sé un poquito más de él y me gusta más todavía.
Botero y Bergoglio, dieron sentido a mi día de ayer, jueves…
Fotografía: Bergoglio y Botero en uno. Cardenal, descansando, lo que no hacía nunca el franciscano, hiperactivo. También lo fue Botero. A través del documental: Botero, de Don Millar (2018), me asombró la inconmensurable obra realizada por el maestro: cientos de pinturas y esculturas y todas tan vitales y tan tristes y tan profundas y todo al mismo tiempo. Una vida asombrosamente prolífica, intensa, apasionada y genial en todo lo que hizo. Fue el artista perfecto.