Diario de un hombre Invisible:1
“La experiencia personal es siempre la materia prima de lo que escribo. Toda mi ficción –cuentos, novelas u obras de teatro–, parten de experiencias personales. Escribí aquellas obras porque me pasó algo, porque conocí a alguien o leí algo que se convirtió en una experiencia importante para mí». Mario Vargas LLosa
Sábado, veinticuatro de Mayo de dos mil veinticinco
Hoy, sábado, no me ha visto nadie. Bueno, sí, Naty cuando le he recogido a Su Charlie por la mañana, para que fuera Mi Charlie toda la semana próxima.
He ido a Mercadona, pero nadie me ha visto y yo tampoco he visto a nadie (ellos invisibles, yo también).
He vuelto a mi casa y me he encontrado con los vecinos de enfrente, nos saludamos de lejos, desganadamente, pero no nos miramos (no nos interesamos lo suficiente).
Por la tarde he visto el partido de fútbol del Madrid, en el que se despidió a Ancelotti, Lucas y Modric. Todo muy emotivo. Ha sido una gran performance lacrimógena. Todo el mundo en el campo llorando y llorando; supongo que cada uno en su casa, también. Probablemente, si se pudieran tener datos (la IA, de lágrimas, no creo que entienda), sería el día que más se ha llorado en un país (yo, solito en mi casa, también porque soy muy llorón). Eso no quiere decir que verdaderamente me importara el adiós melodramático a Modric, no, a mí me interesan verdaderamente muy pocas cosas, apenas ninguna, después de mí mismo ya no me queda hueco para nada más; pero puedo llorar por cualquier cosa ¡manda huevos, qué ridiculez!
Después me he refugiado en el estudio para escribir esta entrada, pero como si no, no hacía ninguna falta (podía ahorrármelo). Como dice Varguitas (así le llamaba la tía Julia, al gran Mario, ya de casados), en este diario todo son experiencias personales, y, naturalmente, mis llantos sin causa e irrisorios, también).
Por la mañana terminé La tía Julia y el escribidor, de Vargas Llosa. Maravillosa novela de connotaciones autobiográficas, en el que narra las tremendas dificultades que tuvieron que pasar tía y sobrino para casarse. Él, menor de edad, de tan solo dieciocho años, necesitaba permiso paterno que era imposible que consiguiera; mientras, Julia, su tía, divorciada, ya tenía casi treinta (oficialmente). La tía, Julia Urquidi Illanes, boliviana, mujer atractiva, interesante, de fuerte personalidad y escritora también. Consiguieron casarse, estaban muy enamorados. Triunfo del romanticismo sobre las estúpidas leyes burocráticas.
La tía Julia y el escribidor, es una historia genial, todo en Vargas Llosa lo fue a lo largo de su vida; hasta echarse una novia glamurosa y estupenda y rica (Isabel Preysler) cuando eso ya no le tocaba por su avanzadísima edad, pero lo consiguió. En cuestión de mujeres, parece que nada se le resistía. La novela, además de narrar sus comienzos como escritor, incluye relatos situados en su entorno social y profesional en Lima (ya era un escritor prometedor y de mérito), con personajes entrañables. Enorme novela por el manejo de un lenguaje fascinante, colmado de peruanismos. Gran experiencia haber leído-oído (es lo mismo, más o menos), esta obra. Como dije el otro día, mientras tenga literatura a mi alcance estaré salvado. Y en la gloria, rodeado de novelas: «El paraíso es donde estoy”, que dijo Voltaire.
La Fotografía: Sí, soy como un ángel de un paraíso inexistente, ni siquiera soñado (ya dije ayer que no sueño y ni siquiera me entrego a las estériles obsesiones que provocan los deseos inalcanzables; no, porque ya no deseo). Sin embargo, en este autorretrato que me hice el otro día (bajo la enajenación de una sobrevenida y exultante felicidad), haciéndome el interesante (automatismo que siempre adopto cuando miro a un objetivo) me siento muy guapo con ese sombrero tan oportuno y una mirada abrasadora. Irresistible, diría.
-Sí, ya, tío presumido sin causa, pero novia no te sale- (mi conciencia)
– ¡Va! Pero eso es por culpa de la insensibilidad de las mujeres hacia la belleza y los hombres interesantes- (mi consciencia)