COLECCIÓN DE MISCELÁNEAS 83.1
“Se puede cambiar, y seguir siendo absurdo”. Jules Renard
Sábado, siete de junio de dos mil veinticinco
Esta semana ha sido una montaña rusa de sensaciones -arriba y abajo-hacia un lado y el contrario-, pero sin que sucediera nada ajeno a mi veleidosa cabecita. Todo lo cocino yo y ya decido cuándo me lo como, o si lo congelo.
Parece que algo está cambiando en mi ser que se traducirá en el estar, también.
Para mejor, puede que sí porque el dolor estará neutralizado. Ya veremos.
No obstante, la cita de Renard, la suscribo porque lo que no cambiará es que seguiré siendo tan absurdo como el año pasado o hace treinta años. Pero sereno, tranquilo, indiferente, desapasionado y puede que aburrido. Aunque eso, bien mirado, casi nunca me sucede. Y no creo que sea bueno del todo porque el aburrimiento puede ser muy fecundo, sobre todo si aspiras al arte. Un genio aburrido puede alcanzar una alta presión que por reacción estalle en mil ideas geniales. A mí eso no me pasará. Seguro.
Tengo un certificado médico que garantiza que estoy libre de cualquier rastro de genialidad. Y otro que asegura que después de cualificadas pruebas científicas, trazas de absurdidad sí tengo (gran potencialidad para tomar decisiones o caminos vivenciales sin sentido, absolutamente equivocados).
Sigo en crisis de escritura temática y de cualquier otra. Si mi vida estuviera completa: combinación de expectativas; ilusiones; actividades (equilibrio entre esfuerzos y afirmación sobre los logros); propósitos de crecimiento personal (en lo que sea); cierta sociabilidad y vida afectiva y sexual equilibrada, por ejemplo; pero, como no lo está porque los valores deseables están desapareciendo y siendo reemplazados por los que me abocarán a una vida vegetativa y neutra, ¿de qué coño voy a escribir, entonces? Evidentemente de nada que pueda creerme y menos interesarme…
Hoy, había pensado en hacerlo sobre la gusanera que es la vida política de España, mi país. No tengo muchas ganas porque sería soportar un cierto dolor resignado por el grado de degeneración al que han llegado las instituciones del estado y la moral política de la clase dirigente.
Vivimos en una anocracia, pero eso sí, peculiar porque no se ajusta exactamente a la definición de ese posible estado amoral por corrupto; ya que aquí es diferente por ser peor por simplista y brutal: compra del poder para un solo individuo y sus cómplices necesarios, con el dinero de los ciudadanos y del propio estado que han vendido para pagar tanta podredumbre. Los españoles contábamos con un estado, ya no. Ahora tenemos una banda de delincuentes.
Lo verdaderamente inaudito de esta escalofriante y nihilista situación la hemos logrado con la aquiescencia de los votantes en un marco falsamente democrático ¡Inaudito!
Cómo me van a dar ganas de escribir sobre semejante esperpento que nos humilla a todos hasta la degradación y la carcajada mundial.
Mañana hay una manifestación en Madrid para protestar ante tanta degeneración, pero eso sí, tan solo proponiendo el cambio mediante elecciones y que todo siga más o menos igual. Acciones democráticas de intenciones regeneracionistas para desactivar un gobierno caudillista y antidemocrático no sirven de nada, o tan solo para que ellos, los sádicos perversos, se rían a placer.
Se me ha ido el santo al cielo (que es donde debe estar antes de que pasen lista), por lo que no me quedan energías ni espacio para desplegar los síntomas de mi cambio de sitio, pero no de nivel.
Lo mismo lo hago mañana, aunque no sé, porque seguiré sin ganas.
La Fotografía: Hace un tiempo que decidí que cuando me refiriera a la política o al modo de conducirse los gobernantes, especialmente los actuales, de naturaleza monstruosamente inmoral, traería imágenes de recreaciones de monstruos de PVC pero que reflejan perfectamente su condición bestial con todo lo que eso sugiere. Seres vivos de los que, si hubiéramos compartido el planeta, los humanos tendríamos que habernos protegido, como ahora debemos hacerlo de políticos inmorales hasta la repugnancia.