15 JUNIO 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
Fernando Botero. Picnick (2001)
Soporte de imagen
-DIGITAL (3200)
Fecha de diario
2025-06-15
Referencia
10843

HISTORIAS MÍNIMAS 9
“…que error fatal poner el amor en el centro del matrimonio, amor y matrimonio no tienen nada que ver, amor y familia no tienen nada que ver, los sentimientos entre un hombre y una mujer, dentro de ese dispositivo, solo pueden esfumarse”. Yasmina Reza
Sábado, catorce de junio de dos mil veinticinco

… Ayer, cuando he dado un pequeño paseo a Mi Charlie por el barrio, muy de mañana, me he encontrado con una mujer a la que conozco desde que ella era niña. Mujer mayor (pero mucho más joven que yo), a la que dejó el marido hace unos años, por otra más joven (se enamoró, al parecer, el muy capullo, y no porque se enamorara, sino porque ese fue así toda la vida, además de un vulgar macarra). Esta mujer, en su momento no lo entendió, para ella era inconcebible que un matrimonio se rompiera ¡qué ilusa! Ahora, años después, me cuenta que está mejor que en su largo matrimonio y que antes estuvo ciega por no darse cuenta de la manera de ser del tipo con el que durmió durante incontables años. No, no es que ella fuera torpe, sino que el “amor” combinado con un sacramento de la religión en la que crees y con la innoble y ordinaria costumbre de no hacer nada de provecho para el “alma”, produce monstruos. Eso sí que es nihilismo del bueno.
Para esta mujer, todo eso ha quedado atrás, y ahora, según me contó, se lo pasa bastante mejor que antes: sale, socializa, hace microviajes (como yo), y más cosas, supongo. Por lo menos ahora planifica en qué emplea su tiempo; antes no, los planes los hacía el enamoradizo de su marido, que no eran ningunos, por cierto.
Todo lo que hace ahora, antes, con el mostrenco del marido no lo hacía y lo sé porque su vida estaba a tiro de mis lejanos ventanales. No, no soy un espía de la vida de los demás, solo que no tengo persianas en mis ventanas porque a mí me da igual que me vean o no desde fuera porque mi vida no tiene secretos, es más, es ejemplarizante. En fin, no me preocupa ser visto en mi espacio vital habitual, no me siento tan importante (paparazzi, a verme, no vienen). Aunque ahora que voy a ser feliz, no sé, a lo mejor me hago el interesante y el mundo se lo cree.
Son las tres de la mañana, estoy terriblemente cansado y no consigo cerrar los ojos y dormir a causa del disgusto del que hablé ayer. Apagaré el ordenador y lo volveré a intentar. Me deseo suerte en el empeño.
La Fotografía: La mujer conocida de la que he hablado, supongo que cuando fue novia cultivó un anhelo de felicidad para su matrimonio que incluía excursiones a un campo de verdes praderas, nubes refulgentes y cielos intensamente azules. Ella y su marido merendarían opíparamente y regresarían a su nido a seguir viviendo su apacible historia de amor. Y así todos los días de sus vidas (lo de la merienda en el campo, a lo mejor no, pero todo lo demás, sí). Ese matrimonio se parecía al de esta pintura de Fernando Botero: Picnick (2001). Pero, a pesar de los mejores augurios de los momentos nupciales, luego resulta que no, que el matrimonio no es verdaderamente así de estupendo y mirífico, porque puede convertirse en un pozo de alienantes rutinas y, encima, cuando más necesitas la compañía que pueda auxiliarte y consolarte, el otro o la otra, se largan y ahí te las apañes, como le ha pasado a la mujer que conozco de toda la vida. Es curioso, ella ha sido víctima del amor, pero no del suyo, sino del otro hacia la otra.

Pepe Fuentes ·