Diario de mi Felicidad 4
«Amar es alegrarse» Aristoteles, o, más exactamente alegrarse de ¿Un ejemplo? Imagina que alguien te dice, esta noche, dentro de un rato: «Me alegra el hecho de que existas…”. André ComteSponville
Domingo, quince de junio de dos mil veinticinco
Ayer, sábado, comimos en casa. La comida la preparé yo. Es todo un acontecimiento especialmente celebratorio porque es la única comida que hacemos en familia a lo largo de un año. Tardaremos otro en volver a reunirnos en nuestra casa en torno a una comida.
Las familias suelen reunirse con frecuencia y es un hecho incorporado con naturalidad a sus costumbres. No es nuestro caso. En restaurantes nos reunimos algunas veces más en los pocos días en los que los Fuentes nos vemos. Pero no es lo mismo, es el hecho de hacerlo en nuestra casa lo que imprime a la reunión un carácter único y especial.
Este año no ha venido Emma. Ha viajado a Londres con su grupo de teatro del instituto para ver musicales y visitar la ciudad. Todos la hemos echado de menos.
Quedamos a las doce y media, los recogí a todos y nos trasladamos a casa. El calor ya se hacía notar.
Cociné tortilla, un clásico en mi cocina. No soy cocinero, ni siquiera aficionado, pero la tortilla es lo mejor que sé hacer en la vida y por lo único que pasaré a la historia. Son de autor.
En el menú, además del plato estrella hubo entrantes, ensaladas de marisco, navajas a la plancha y muslos de conejo salpimentados; de postre: sandia.
La Fotografía: Los felices comensales con gusto y placer, de excelente humor. En la foto no estamos ni Mi Charlie ni yo. Estábamos a otras cosas en ese momento (yo fotografiando y él mirando la escena).
Naty, sobria y seria como casi nunca. No es Fuentes, pero pasó muchos años con nosotros.
Jackie, elegante y sonriente, cómo no.
Lucía, esplendorosa, guapísima y también sonriente, como su madre y su padre.
Gabriel, con risa franca (es su estilo), un hombre pletórico porque, además, este año, cumple cincuenta, una década que puede ser de máximo esplendor para él porque es cuando cristaliza todo lo aprendido y el cuerpo aún mantiene la tensión vital y existencial. Para mí fue la mejor década de mi vida, sin lugar a duda.