2 JULIO 2025

© 2025 pepe fuentes
Autor
pepe fuentes
Año
2025
Localizacion
pepe fuentes (Toledo)
Soporte de imagen
-DIGITAL (JPG) 32. (MOVIL)
Fecha de diario
2025-07-02
Referencia
10911

Diario de mi Felicidad 7
“UNAS MEDITACIONES PERSONALES…las tardes solitarias tras las cortinas echadas, sin ser rico ni pobre, pueden resultar agradables. ¿Llegará a tiempo la locura? no lo sé y no busco respuesta, sólo un espacio pequeño y tranquilo entre no saber, no querer saber y, al cabo, averiguar”. Charles Bukowski
Lunes, treinta de junio de dos mil veinticinco

Ayer, domingo, después de la resaca del sábado solo por acostarme tarde, porque no bebí nada, pasé la mañana encantado escribiendo y disfrutando al hacerlo. La tarde, como dice Bukowski, la pasé con las cortinas que no tengo, echadas. Tarde solitaria. Mantuve la primera conversación telefónica con R., grata y refrescante. Prometedora.
No hubo presencia física de personas a lo largo del día (es decir, no hablé con nadie de tú a tú), y eso me gustó porque no sufrí la lógica alteración que me produce mirar de frente a alguien dirigiéndose a mí, y como mal mayor, convertir una eventualidad indeseada en un prescindible y perturbador diálogo.
Después de la conversación con R, me preparé la cena y salí al patio de clausura para ver televisión. Mi recogido e intimísimo espacio es de tele y escritura, nunca de rezos; o sí, si leo. Terminé el culebrón de la novela de Paloma Sánchez Garnica, La sonata del silencio, que acaba ambigua (sí pero no), como si la autora tuviera pudor de arreglar las partes más feas del mundo que nos había contado. Querida Paloma, si apuestas por la carta del amor romántico y las buenísimas intenciones, llévalo hasta las últimas consecuencias, sin complejos ni culpa y así nos harás a todos más conformistas, acríticos y un poquito más tontos, que es de lo que se trata, me parece.
También vi el último capítulo publicado de una serie que me está gustando bastante: Matices (de gente entorpecida y enloquecida por el efecto retroactivo de sus tormentosos pasados). Esas cosas me gustan, sobre todo si esas personas tienen un punto de rencor vengativo. Si, algo así como que no debe haber ni perdón ni redención para los muy malos, principio que hago mío.
La gloria absoluta, blanca y mirífica, sin sombras ni dobleces, solo para los desapasionados, simples de corazón y acción.
Antes o después me convertiré en un seguidor de seriales, cuanto más alienantes y simplistas mejor; y, a ser posible, que sean de amor o aventuras, en las que bellas y ágiles mujeres vayan y vengan y de las que pueda enamorarme infantilmente.
Claro, el amor idealizado es lo único que puede salvarme, como viejo que soy; y la risa frecuente por cualquier cosa; y las buenas comidas; y buenas novelas y hasta ensayos, salvo que puedan violentar la paz de la mente y del espíritu adormecido ya; y un sexo tranquilo, sin utillaje erótico duro (o sí, si me siento con una cierta flexibilidad física en ese momento); y los pequeños e íntimos escenarios solo con la presencia de una amada a la que pueda coger de la mano un domingo por la tarde de cortinas echadas y luz tenue. Entonces la felicidad será sólida, estable y completa y no me hará falta nada ni nadie más. También algún viaje que otro, no muy largo, de vez en cuando, perpetrado para echar de menos la vuelta a las estancias de clausura y al descomprometido y hedonista placer. Descansar del cansancio y del polvo del camino.
Las citas escogidas para mis entradas (casi todas de lecturas realizadas, siempre tienen sentido e intención), y hoy, la pregunta que se hace mi viejo amigo Bukowski, a propósito de la llegada inexorable de la locura; ya me la he contestado: es mi Plan del que vengo hablando y que tengo que seguir matizando para hacerlo más sencillo si cabe, y que trata, básicamente, de crear un espacio de intimidad y conformidad placentera libre de riesgos innecesarios e inapropiados, como por ejemplo soportar a gentes creyentes, sobre todo en sí mismas (siempre intentan convencerte de algo que ni siquiera a ellos les sirve). Esas personas suelen ser terriblemente perjudiciales para cualquier equilibrio mínimamente sensato e inteligente.
La Fotografía: Otro de los riesgos innecesarios sería, por ejemplo, el que corrí ayer al salir de mi casa a dar un paseo por mi barrio (el más feo de mi ciudad), a las doce de la mañana, con treinta y nueve grados y medio, a pleno sol. Caminé una hora como un anormal, expuesto a un golpe de calor, a un exceso de confianza en mis propias fuerzas, o a un accidente cardiovascular o vete tú a saber cuántos riesgos más, todavía peores si cabe.

Pepe Fuentes ·