"Ellos también son como yo, me digo. Y así me defiendo de ellos. Y así me defiendo de mí". Antonio Porchia

VIAJE A MÉXICO, Julio 2019
México DF:
viernes doce, por la tarde.
Comimos en una terraza elevada (Las Sirenitas) con vistas a la Catedral: ensalada y guiso de mariscos. Estupenda comida y panorámica. Temperatura perfecta y ambiente tormentoso.
Volvimos al Zócalo donde había comenzado, en un gran templete, el espectáculo de Karaoke de todos los viernes.
Mirones como nosotros, sin apenas nada que hacer, de pie, oyendo las actuaciones de espontáneos: algunas bastante afinadas, otras espantosas.
Después de un rato, nos alejamos por calles y zonas aledañas a la catedral a explorar tímidamente el entorno.
No muy lejos, en una plaza, se ubicaban comercios y negocios gremiales, como por ejemplo impresores y encuadernadores, todos ellos en las últimas, a unos minutos de desaparecer por obsolescencia…

VIAJE A MÉXICO, Julio 2019
México DF:
viernes doce, por la mañana.
Escampó a las diez de la mañana.
Salimos dispuestos a callejear.
A tan solo quinientos metros del hotel se encontraba El Zócalo, la grandísima plaza de la capital.
Impresionante. Diáfana, con el altísimo mástil que sostenía una gigantesca bandera mexicana en el centro, la catedral al fondo, el enorme edificio del Palacio Nacional a la derecha y edificios comerciales a la izquierda.
Al parecer, en ese punto es donde se encontraba el palacio de Moctezuma.
Nos quedamos un buen rato deambulando por el Zócalo, emblema de la ciudad, asombrados y encantados.
Desde ahí tomamos la calle peatonal Francisco Madero, muy concurrida.
Hacia la mitad de la calle nos tropezamos con el palacio Iturbide, magnífico edificio barroco del siglo XVI, ahora Palacio de Cultura propiedad de una entidad bancaria que lo destina a exposiciones y eventos culturales; y, oh casualidad y gratísima sorpresa: había una gran exposición antológica de Graciela Iturbide, genial fotógrafa.
Naturalmente entramos…


VIAJE A MÉXICO, Julio 2019
México DF:
sábado trece, por la tarde.
Después nos acercamos a la Catedral que se encuentra a menos de trescientos metros. Inmensa: una mezcla heterogénea de barroco, neoclasicismo e incluso algunas reminiscencias góticas.
El interior no me impresionó y tampoco sus grandes dimensiones.
Al lado, otro templo más pequeño con una fachada de piedra repleta de imaginería y de estilo que se podría calificar de mística exultante y ruido estilístico.
Es imposible, me parece, para el turista accidental, indagar o penetrar en capas profundas de la cultura y la esencia histórica de un pueblo; o tan solo a un nivel que vaya un poco más allá de la mera y superficial apariencia de lo que visita…


VIAJE A MÉXICO, Julio 2019
San Cristóbal de las Casas:
sábado veinte, a mediodía y por la tarde
Volvimos a San Cristóbal de las Casas. Bruno nos dejó en un restaurante que le habíamos indicado, cerca de la catedral. Comimos carne a la parrilla y una ensalada. Muy bien.
Después de comer nos acercamos al hotel, estaba cerca, a descansar un rato.
Por la tarde continuamos callejeando mientras el cielo se cubría de nubes que anunciaban a grandes voces que la tarde sería suya, como todas.
A las nueve y media nos encontrábamos bajo el toldo en una terraza (llovía intensamente). Se acercó a nosotros una niña muy dulce a ofrecernos pulseras por diez pesos. Naty le compró una y le dio un billete de veinte; la niña dijo que no tenía cambio porque no había vendido nada en todo el día. Le contestó que podía quedarse con el billete de veinte (un euro).
Que la niña no hubiera vendido nada después de llevar todo el día pateando las calles era absolutamente creíble porque los niños ofrecían su mercancía y si les decías que no, agachaban la cabeza y seguían su camino, sin ninguna insistencia. Nunca vimos a niños rematar una venta.
La situación de muchos de ellos en San Cristóbal era penosa. Algunos, muy pequeños, dormían en el suelo al lado del tenderete de sus familiares. Hubo un caso especialmente lamentable: una mujer bastante mayor pedía limosna en el suelo y a su lado un niño de no más de cuatro años dormía arrebujado debajo de unos harapos, con expresión doliente. Eran las cuatro de la tarde. Lo peor fue que les volvimos a ver en la misma posición en unos soportales (llovía), a las diez. Me pregunté, dónde pasarían la noche.
El mes que viene más: un río y una selva, solo para turistas aplicados.