"Cuando los dioses quieren perderte, primero te vuelven loco". Buda
NUEVE DE SEPTIEMBRE (1). Charlie y yo salimos muy de mañana, todavía de noche. Él a lo suyo y yo a lo mío, mis podcast caminados: hoy, una entrevista a un maestro Zen español, Francisco Dokusho Villalba. Según he creído entender, el budismo zen se sustenta en el silencio y la meditación transcendente, por lo que en esta religión, a diferencia de otras, hay un ignoto y vasto territorio de realización personal ya que la combinación de ambos estadios te puede permitir adentrarte en un campo de libertad de proporciones abisales. Para mí sería imposible practicar esta disciplina religiosa, sencillamente porque tengo la necesidad de estar oyendo (que no siempre escuchando) algo a todas horas, palabras o música; y en cuanto a meditar, mejor ni pensarlo, porque soy incapaz de mantener continuidad en el hilo de mis pensamientos, soy pasto de desconcentración y de estériles obsesiones. Por si fueran pocas estas exigencias, al tratarse de una religión mantienen determinadas disciplinas, como largos periodos de aprendizaje, noviciados, normas monásticas y sacerdocios. En fin, lo de siempre. Hacia el final de la entrevista, el maestro, hombre maduro y sabio, con buen dominio de la palabra y discurso sobrio y pedagógico, ha dicho algo que me ha llamado poderosamente la atención además de agradarme sobremanera: …
NUEVE DE SEPTIEMBRE (2) “…el zen no sirve absolutamente para nada (…) Decía mi maestro: hasta que no practiques un zen que no sirva para nada tu zen no servirá para nada”. Para sostener esta aparente contradicción, dice el entrevistado: “Nos pierde la mente utilitarista, creemos que todo es un medio para alcanzar un fin y olvidamos que el aquí y ahora no es un medio para llegar al después o al futuro, sino que es ya el tiempo real (…) el ahora es ya lo que vamos a conseguir y como dice el Zen: no hay que conseguir nada, por lo tanto solo tienes que relajarte en el aquí y ahora (…) el futuro no nos puede llevar a ningún sitio porque el futuro no existe, no hay futuro, siempre estamos en un presente eterno, empezamos esta entrevista en el instante presente y ahora, al finalizarla, seguimos en el instante presente, este instante presente no es el futuro del instante presente, sino el instante presente del instante presente. Entonces, cuando al Buda le preguntaron: ¿qué será de tal persona en el futuro? El Buda respondió: cuando queráis saber lo que será de una persona en el futuro, mirad lo que está haciendo en el presente, porque el futuro será la consecuencia de lo que sucede aquí y ahora (…) tú no puedes estar en otro sitio que no sea el aquí y ahora (…) el que no pueda ser feliz aquí y ahora con lo que tiene, no puede serlo nunca porque el futuro no llega nunca, porque el futuro no existe…”. Francisco Dokusho. Estas sugestivas ideas las fui escuchando el lunes por la mañana, casi de madrugada, caminando, con Míster Brown yendo y viniendo ajeno a mis transcendentes escuchas. No pude evitar la tentación (tampoco lo intenté) de hacer una proyección sobre mi caso, a propósito de la afirmación de que el zen, para que sea auténtico y valioso, no debe servir para nada, y me dije, sonriendo escéptico e incrédulo: –a ver si va a resultar que soy puro zen, dado que todo lo que hago no sirve absolutamente para nada, y además lo hago plenamente consciente de su inutilidad– (en eso no me engaño). Estaría bien que, sin darme cuenta, haya alcanzado algún estadio de serena espiritualidad o cierta sabiduría; no a través de la meditación transcendente, sino mediante la eterna realización (nunca acaba) de inútiles fotografías, ejercicio espiritual y meditativo sobre el mundo, el aquí y el ahora. Qué coincidencia y qué gracia tiene todo esto, ya lo creo.
DIGRESIÓN TRES. Yoga, de Emmanuel Carrere (2020); Editorial Anagrama (2021). Traductor Jaime Zulaika (2021). Ebook.
Me ha encantado esta obra de Emmanuel Carrere con el que mantengo una relación lectora entusiasta pero irregular. Todo lo que he leído de este autor me ha gustado, pero luego pasa mucho tiempo sin que vuelva sobre alguna de sus obras y no sé muy bien el porqué de esta inconstancia.
En esta obra, introspectiva, sincera e intimista, cuenta la experiencia dolorosa de una fuerte depresión que sufrió en dos mil quince. Comienza con su llegada a un campamento de meditación muy exigente: los participantes permanecen en aislamiento y silencio (aunque mediten juntos) y separados por sexos (a fin de evitar las interferencias caprichosas e incontroladas del deseo). Tal y como lo cuenta Carrere, ya veterano de muchos años en el ejercicio de disciplinas orientales (la insoportable corrección política que nos oprime por todos lados aconseja el término asiático): yoga, taichí, meditación, artes marciales y todas esas cosas que hacen los “asiáticos” con mucha concentración y sabiduría, da la impresión de que a pesar de la dureza y exigencia del reto la disciplina es adictiva.
Mas adelante, narra sus impresiones y circunstancias con respecto al atentado en el semanario satírico francés Charlie Hebdo (tiroteo del 7 de enero de 2015) en el que murió un amigo querido, la experiencia depresiva, con electroshocks incluidos (creía que esta brutal terapia estaba erradicada, pero no), y sus avatares en la isla Leros, con niños refugiados y Frederica, una profesora de historia medieval jubilada de la universidad de Boise, Idaho. Todo ello expuesto con una maestría, amenidad e interés que te mantiene atrapado desde la primera página hasta la última. Por lo que sea, quizá por cortedad de miras, nunca me he sentido atraído por la cultura oriental (asiática, según los idiotas de turno) y menos por su vertiente religiosa, filosófica y mística. Pero nunca he dejado de reconocer las sutiles y profundas bellezas que contiene. De cualquier modo, no hay que engañarse por el título (como me pasó a mí en principio, ya que soy fácil presa de todos los prejuicios del mundo); esta obra no va de Yoga, que practica Carrere, sino de Carrere, que da la casualidad de que practica Yoga. Espléndida por sincera, auténtica y apasionada. Y ahora es cuando pongo una cita del autor, pero no lo haré, no es necesario.