Bajo los arcos y soportales de las ciudades pasan las sombras…
Luego están los temáticos y esos son los peores, pues a su pretendida «artisticidad» unen el soporífero discurso, generalmente sociológico. A estos seres incomprensibles (para mí) porque, o han equivocado su propósito, o su lenguaje, les interesan los «temas» más dispares, como por ejemplo: la clase media, el consumo, los aparcamientos (a un tal Martin Parr le han dado un premio los de Photoespaña, quizá porque ha dedicado parte de su obra a los aparcamientos), los marginados, la política, la paz, las guerras, sobre todo las guerras con sufrimiento por doquier, toda clase de tradiciones, la sociología en todas sus vertientes: épocas históricas, fiestas populares, retratos de gentes, sobre todo marginados, etc… etc….Puaf…, remitiéndose siempre a los pequeños intereses del «momento» con andamiajes ajenos a la naturaleza de su «arte». Será por falta de fe, supongo. ¡Vaya manera de ser artistas!
…Fotografié primero al espía y después al objeto de su atención, a su objetivo: el jugador. Actué deprisa por miedo a que el individuo volviera al local de apuestas o abandonara su empeño y, claro, eso no contribuyó a que mi encuadre fuera el adecuado. Se puede observar que el espacio de luz y la perspectiva que se abren a la izquierda son nefastos, inapropiados para la naturaleza dramática de la escena. Dispersa la atención; en fin, ese lamentable error produjo una fotografía fallida. Probablemente, con un ligero giro de la cámara hacia la derecha, o bien adelantándome unos pasos, habría conseguido cerrar la escena y dotarla de la fuerza imprescindible que requería la historia del -jugador desafortunado-.
La semana que viene (hoy sigue siendo catorce de septiembre, pero ya es casi hora de comer), tengo intención de olvidarme del curioso ejercicio de rellenar los espacios de texto de este diario y dedicarme al laboratorio (copiado). En el VIAJE he visitado tres ciudades: Milán, Turín y Barcelona. Para mi propósito-serie sobre –ciudades-, he preseleccionado algunas fotografías de Milán y Turín, de las que finalmente elegiré una por ciudad. En el mejor de los casos puede que dos; sí, quizá copie dos por ciudad. Ya veré. En Barcelona creo que no he conseguido ninguna que me agrade. Volveré a echar un vistazo indulgente. Obviamente, e independientemente del interés que pueda tener la imagen en negativo, luego, hay que comprobar su comportamiento en el laboratorio. De Turín, esta es la que más posibilidades tiene de resultar elegida. Por qué. Quizá porque llovía con fuerza, la plaza estaba vacía y el transeúnte, cuando pasó frente a la vieja cámara grande, se asustó un poco e intentó eludir su ojo fatídico, pero se dejó atrás el pie, lo que resultó fatal para su pretendida invisibilidad.
El VIAJE: un espía en acción I. El individuo salió de un establecimiento y durante un buen rato comprobó, absorto, lo que parecían resguardos de apuestas. Suyas, supongo. Las tiró a una papelera cercana, volvió al establecimiento de apuestas y salió con más papeletas que siguió mirando ensimismado. En ningún momento, durante los largos minutos que permaneció allí, solo, de pie, con la vista fija en sus papeletas, pareció enterarse de nada de lo que ocurría a su alrededor. Mientras, parapetado en una columna y protegido por la desatención del jugador, el espía siguió sus movimientos…
…Si hubiera viajado despreocupadamente, sin cámaras ni intenciones, sólo porque sí, apenas habría conseguido percibir y recordar los contornos de lo que vi, y lo que es peor, tampoco de lo que supuestamente sentí. Como llevaba las cámaras y los propósitos, hoy cuatro días después, me pregunto: ¿qué sentido tuvo mi Microviaje a Ávila? Intentaré reconstruirlo: llegué a las diez de la mañana. Enseguida comencé a caminar por las calles del centro tirando de mi traqueteante maleta con el equipo. Una enajenación transitoria me invadió y me dio por pensar que me acompañaba la suerte: tenía ganas, hacia un sol esplendido y, asombroso, sonreía disimuladamente de vez en cuando. La gente caminaba por la calle, tranquila, como si nada pasara. Nadie reparaba en mí. Fabuloso. Pensé: -con estas circunstancias tan favorables, todo me va a salir estupendamente, no puede ser de otra forma. Haré unas fotografías esplendidas, muy artísticas, por supuesto, y el azar me deparará alguna vivencia, como mínimo, entretenida. Seguro-…
En cualquier actividad que se haga frecuentemente hay un riesgo peligroso, artero y sibilino, porque convoca a una de nuestras peores condiciones: la comodidad, la facilidad, lo que ya nos sabemos de memoria. Esta fotografía, por ejemplo, creo que es correcta en cuanto a la interpretación de la luz y también, en cuanto a la distribución de volúmenes y espacios (en fotografía, encuadre). Por si fuera poco, en el colmo de la intencionalidad, pretende transmitir un cierto misterio. Pero, a pesar de su corrección, sospecho que fue fácil para mí, que fotografié de forma automática, es decir echando mano de la costumbre, y eso no vale. A mi no me vale. Quiero otras imágenes y cuando me salen estas, aunque me gusten un poco, me culpo por caer en una autocomplacencia perezosa.