" ... y poca capacidad para almacenar sus dientes". Ambrose Bierce
Capítulo: LOS ANIMALES. Me gusta ver y fotografiar a los animales recluidos en los zoológicos. Su quietud e indiferencia me resultan hechizantes. Qué sentirán, me pregunto, quizá estúpidamente. Si tuvieran la capacidad de desarrollar sistemas filosóficos o simplemente reflexionar sobre la vida y la muerte, los más preclaros vivirían en los zoológicos, seguro. Si los miras atentamente casi puedes percibir sus estados de ánimo. Los animales en libertad me resultan extraños, a los cautivos, al menos, los puedo intuir. Mantienen incólume su belleza, a pesar de la cautividad, gracias a su fortaleza e inviolable dignidad. De todos ellos, los que más me gustan son los más grandes: los de la serie de hoy -Los Elefantes- y los de la de mañana. Puedo permanecer mucho tiempo frente a los Elefantes cautivos, simplemente mirando sus lentos y solemnes movimientos. «El bromista del reino animal, que posee una nariz elástica y poca capacidad para almacenar sus dientes». Ambrose Bierce
…El «Académico» declara que jamás cambiaría una fotografía de Sherman por una de Vieitez (creo que quería decir lo contrario, pero bueno, se entiende lo que no quiere); yo tampoco, sin dudarlo, y eso que el conceptualismo, o tal vez posmodernismo de la Sherman no me apasiona, pero el itinerario que la lleva, previsiblemente, a realizar sus fotografías es infinitamente más interesante: reflexionar sobre la imagen a realizar a partir de un supuesto filosófico que comporta a su vez una visión propia del hecho de vivir, pensar seriamente en la planificación de la imagen con lo que eso supone, y todo ello colocado en el marco teórico y filosófico que sostiene su obra. Sherman es una creadora que se hace preguntas y busca respuestas a través de la creación, en este caso fotográfica. Interpreta y se proyecta, como cualquier artista consciente de su papel y que no tenga la cabeza fuera de campo, como algunos. Vieitez no: éste se limitaba a realizar reportajes o fotografías sueltas, por encargo, con encuadres previsibles. Revelaba, positivaba, entregaba y cobraba el trabajo (supongo). Fin de la historia. No sé si realmente era así, no tengo tiempo de verificarlo, pero de sus fotografías no se infiere nada más. No interpreta nada, no piensa nada, no proyecta nada, todo estaba bien como estaba. Mecánicas de «oficio», sólo eso…
(once horas). Me remito a lo que escribí, el veintisiete de enero de dos mil seis, en el blog (o impresiones; que ya ni siquiera recuerdo cómo se llama) y que irá a parar al abolido limbo: «No sé por qué, mientras exploraba y ensayaba encuadres desde mi vieja Canon A1, me acordaba de un antiguo compañero. El otro día le avisté a lo lejos, no hice por buscarle y me quedé parado mirando como se perdía detrás de una esquina. Si hubiera propiciado el encuentro no sé de qué habríamos hablado. Hace tanto tiempo que se fijaron las coordenadas de nuestra relación, que cuando nos vemos no nos aportamos nada nuevo, sólo nos cansamos un ratito, el que tardamos en cruzar los saludos de cortesía. Se llama F. y por razones de trabajo (éramos compañeros de oficina), nos conocimos cuando yo tenía diecisiete años y él, probablemente, en torno a treinta y cinco. Se ganó mi admiración y yo su consideración (creo) por razón de afinidades.»
Espero que Lucía Mae, la hija de mi hijo Gabriel y de Jackie, no tenga demasiadas afinidades (heredadas) conmigo, porque así evitará el riesgo de oscurecerse de vez en cuando; como yo. Hemos llevado a Lucía fotografías de animales como ésta.
A MÍ, LA POLITICA, A ESTAS ALTURAS, NI FU NI FA (antes tampoco) I.
Sin embargo, hace tan solo quince días, he tenido una revelación, una especie de clic mental o, para ser más preciso, emocional, por el que, súbitamente, he visto claro dos cosas (una la cuento hoy y la otra mañana). Y entonces, corriendo corriendo, se lo he contado a Naty, a los dos amigos que me quedan, y a la mujer de uno de ellos, igualmente amiga. Fue algo así como, ¡¡¡mirad, mirad, he tenido una especie de revelación y he cambiado en mi cabeza un par de cositas!!! Ni que decir tiene que, ninguna de esas personas, fueron receptivas a mi entusiasmo, es más, se mostraron abiertamente renuentes, por no decir que firmemente contrarias a mi inspiración; ni tan siquiera Naty se lo pensó, a pesar de que jugamos en el mismo equipo. Políticamente no, al parecer. Les argumenté: hasta anteayer mismo, yo era un firme defensor de la monarquía (como mal menor), pues bien, a partir de mi iluminación, me he convertido en un visceral antimonárquico. Por razones éticas, y, sobre todo, estéticas. A saber, la característica esencial de una monarquía es que es hereditaria (una boutade histórica, como muchas de las que hay en política), lo que propicia una cierta estabilidad más allá de veleidades “democráticas”; pues bien, para que esa cadena virtuosa tenga carta de naturaleza moral y política, es imprescindible que ninguno de los eslabones se corrompa. Sí, es así, al fin y al cabo los monarcas son humanos; la dinastía debe terminar con el corrupto, y eso no quiere decir que el sistema monárquico acabe, sino tan solo esa línea sucesoria por romper el pacto de ejemplaridad exigida. En nuestro caso, tenemos un rey no elegido por su pueblo (hay monarquías electivas en el mundo) porque su único y banal mérito es ser hijo de rey y que, admitámoslo, es la única razón de ser de las monarquías hereditarias. Tan coyuntural e inexplicable como eso. ¿Y qué pasa si el eslabón que da sentido a su cargo se ha descompuesto? Sencillo, que esa línea sucesoria se ha inhabilitado por las más zafias y soeces razones, en el caso que me preocupa: corrupción, codicia, irresponsabilidad y sexo a destiempo (supongo que gracias a altas dosis de viagra) ¡¡¡Qué ordinariez, por Dios!!! Para mí, ética y filosóficamente, el rey debe ser un estoico de altura, insobornable e inasequible a vulgares debilidades, de una sabiduría y honradez ejemplar (y si el designado no se considera a la altura de esos valores no debe aceptar el honor). De lo que se infiere que, para la alta dignidad de representar a un país en la máxima instancia, no nos sirve un corriente hedonista de tres al cuarto. Sabemos que, además de corrupto y trivial, ha sido un Mataelefantes (hay que ser un capullo ventajista para matar de lejos y con potentes armas de fuego a estos inteligentes, sonrientes e impresionantes animales). Puestos a transgredir, sería mejor que hubiera sido un consumado y cínico nihilista pero, mirándole atentamente, parece que esa condición le viene muy grande; aunque, bien es verdad, que se ha cargado su legado y de paso nada menos que una dinastía de varios siglos, alegremente, sin pena ni culpa. Me imagino al individuo ahora, viejo y torpón, corriendo con bastón detrás de la(s) nínfula(s), intoxicado de estimulantes sexuales, con sacos de dinero conseguidos gracias al buen nombre del país al que representaba, para tapar su segura impotencia senil. No hay ni el más mínimo atisbo de dignidad en esa imagen. Amigos, la dinastía debe acabar. Así es imposible ser monárquico (al menos borbónico). El problema es que no adivino una solución, porque republicano no soy. Nos jodió a conciencia el irresponsable e indigno emérito ¡¡¡Qué mala suerte hemos tenido!!! Quizá la merecíamos. Pero no debemos olvidar que, con las repúblicas, siempre llegaron los desastres. Nunca han funcionado ni creo que puedan funcionar en España. Es una pena, el sistema monárquico parlamentario me parecía perfecto para nosotros. Nos modernizaba y, con un poco más de cultura y tradición democrática, habría sido perfecto. Ni que decir tiene que a mis amigos no conseguí convencerlos…
Para los antiguos este animal encarnaba la Eternidad. Según Ligorio, es el más sabio de los animales, «discierne el bien y el mal» es magnánimo y fiel.